El autor comienza el análisis preguntándose ¿qué son los movimientos estudiantiles? Interrogante que utiliza para definirlos y advertir que, aunque los estudiantes y los espacios educativos son elementos de los movimientos estudiantiles, no suponen por sí mismos su existencia. La condición de movimiento estudiantil implica, necesariamente, la existencia de la organización política de los estudiantes con el propósito de hacer frente a problemáticas y plantear demandas que los inquietan como colectivo. En este sentido, señala que la política y la educación están indisolublemente ligadas y constituyen las dos dimensiones centrales de los movimientos estudiantiles, cuyo carácter- es decir, formas de organización, relaciones, acciones y demandas-, depende de cada contexto y circunstancia. Por esta razón, el autor invita a romper con el falso ideal de la educación como un ámbito despolitizado.
Enseguida, el autor estimula el debate al preguntarse sobre la importancia de los movimientos estudiantiles en la región latinoamericana. Responde con la presentación de diversas posturas que renombrados académicos han dado como respuesta a esta problemática clave de la historiografía de los movimientos estudiantiles. De su análisis podemos inferir que la apreciación y postura que algunos autores han erigido sobre las implicaciones de los movimientos estudiantiles en las transformaciones de América Latina depende de su formación política y social, así como del momento histórico en el que articularon su perspectiva. Sobre este punto, el autor invita a tomar distancia de dos tendencias antagónicas claramente identificables, por un lado, la que subestima el rol de los movimientos estudiantiles sin tener en cuenta sus obstáculos y limitaciones y, por el otro, la que les niega su efectiva incidencia dentro de las disputas político-educativas de la región. Manteniendo la postura de que los movimientos estudiantiles han influido en las transformaciones políticas, sociales y culturales de América Latina, el autor recupera el análisis de dos coyunturas emblemáticas que, en el consenso de la historiografía de los movimientos estudiantiles continúan siendo sus referentes históricos; como lo evidenciaron las diversas conmemoraciones realizadas en 2018 en la región. Al margen de los fines meramente celebratorios, el autor invita a repensar la coyuntura de la Reforma Universitaria de 1918 -y su precedente el 1908 uruguayo-, así como la de los movimientos estudiantiles populares de 1968, con el propósito de advertir la vigencia, en nuestro presente, de las principales demandas que abanderaron esos movimientos estudiantiles. Señala que, tiene sentido analizar el legado de la Reforma Universitaria de 1918, en la medida de que sepamos advertir cómo persiste en la actualidad lo que fue su emblemática demanda, es decir, la lucha de los estudiantes para que se les permitiera tener voz y voto en el gobierno de sus instituciones educativas; una demanda que, al margen de esta coyuntura emblemática reivindicada en la historiografía, se ha gestado de manera natural al interior de los entornos universitarios -así como en las escuelas formadoras de maestros-, justamente por la existencia de esa dinámica que se genera en los entornos educativos a raíz de la indisoluble relación que existe entre educación y política- tan advertida por el autor-; interacción que termina convirtiendo a los sujetos que forman parte de los entornos escolares -estudiantes y profesores- en actores políticos.
En cuanto a la coyuntura de 1968, también reivindicada en la historiografía como un parteaguas en la historia de la segunda mitad del siglo XX, el autor advierte que la historiografía de los movimientos estudiantiles ha logrado capturar la especificidad de las movilizaciones de estudiantes que tuvieron por escenario a Latinoamérica en ese año, la cual se puede observar en un doble sentido que podríamos definir como histórico y simbólico. 1968 histórico, como un año particular signado por protestas estudiantiles amplias, es decir, -vinculadas a demandas que fueron más allá de los entornos educativos, las cuales fueron brutalmente reprimidas y registradas en la historiografía para los casos de México, Brasil y Uruguay.1968 simbólico, como un hito que hace referencia y condensa un conjunto de demandas y problemáticas que fueron incluidos en la agenda anti imperialista de los activismos estudiantiles de los años sesenta y setenta en el marco de la guerra fría. Con este precedente histórico y simbólico, el autor se pregunta ¿están vivos los movimientos estudiantiles? Como respuesta provoca el debate dejando entrever el reto que representa el aprender a observar los cambios que experimentaron los movimientos estudiantiles tras el derrumbe de los socialismos reales y el predominio indiscutido de las políticas neoliberales -que favorecieron la tesis de Francis Fukuyama sobre el fin de la historia-, la cual también impregnó a la historiografía de los movimientos estudiantiles latinoamericanos. En este sentido, el autor exhorta a advertir los cambios- generacionales- que han protagonizado los movimientos estudiantiles en el siglo XXI, presentando investigaciones que han logrado capturar esos cambios en cuanto a la definición de sus nuevas demandas, discursos y formas de organización; para evitar compartir la idea que los percibe sin vitalidad y a los estudiantes presos de la apatía política, o para evitar caer en el error de pensar que los movimientos estudiantiles han muerto. Finalmente, el autor se pregunta si, además de las diferencias discursivas, programáticas y operativas identificadas en la historiografía es posible advertir ¿lugares comunes en la historia y el presente de los activismos estudiantiles? A esta pregunta responde que a los lugares comunes no necesariamente debe asignárseles una connotación negativa, sino que éstos han servido de base a una pujante historiografía de los movimientos estudiantiles que ha dado visibilidad a ciertos actores que históricamente han sido marginados en la historiografía de los movimientos estudiantiles como, por ejemplo, las mujeres, los movimientos estudiantiles con identidad política de derecha y los espacios-países- en los que también se han suscitado movimientos estudiantiles pero que habían recibido poca atención en la historiografía. Esta última cuestión es sumamente reveladora porque nos hace pensar en el carácter de las sociedades en las que se han producido las distintas historiografías presentadas en este libro de bolsillo. Con cierta medida, se puede decir que la historiografía es también una manifestación tangible de la sociedad que la ha producido, porque a través de la historiografía es posible leer no sólo los cambios que han experimentado los sujetos de estudio sino también a las sociedades, a partir de analizar el carácter de las preguntas que sobre esos sujetos se han planteado en el tiempo.
Movimientos estudiantiles en América Latina. Interrogantes para su historia, presente y futuro, con su perspectiva amplia y global, se posiciona en la historiografía como lectura obligada para todo aquel que aspire a tener más que un panorama general de las experiencias estudiantiles organizadas que acaecieron en la región latinoamericana durante el siglo XX y lo que va del siglo XXI. El que haya sido publicado en formato digital como parte de la colección Biblioteca Que se pinte de Pueblo con acceso libre, nos confirma el propósito congruente de hacer de la universidad un espacio “democrático, no elitista y para que sus saberes lleguen a todas las mentes posibles”; una iniciativa que, como el libro que se publica, también merece ser reconocida.
En este libro, el Profesor Chartier hace las delicias de quienes celebramos que una obra vaya al grano desde el inicio. Se sirve de la distinción de Franco Moretti para sugerir que de los dos objetos posibles de la geografía literaria –la literatura en el espacio o el espacio en la literatura–, su trabajo se acerca más al estudio del segundo. Aclara enseguida que, además de tratar sobre una geografía interna a los textos, su estudio se ocupará de "...mapas que acompañaron las lecturas de los primeros lectores" (10) –sabremos enseguida que no en todos los casos a la voluntad de sus autores– en obras de ficción.
Si El Hobbit (1937) es apenas el primero de los libros donde Tolkien introduce algunos mapas (imágenes a las cuales él mismo envía a sus lectores desde el texto), no fue el primero en hacerlo, ni siquiera "...en el universo de los libros para niños o jóvenes..." que "...desde el siglo XIX, propusieron una representación visual de los lugares de la historia contada" (p. 11). Esa serie, para la lengua inglesa, comienza en 1883 (La isla del tesoro de Stevenson). Pero al otro lado del Canal de la Mancha, Jules Verne se había anticipado con un mapa de su propia mano para La isla misteriosa, cuyas traducciones al inglés de 1874 amputaron el cartograma.
,6 pero no resignó los mapas a color. El lomo, a la anglosajona, se deja leer mejor si el libro está sobre la mesa que en un estante de librería. Una razón tan absurda como en este caso poderosa para tomar cartas en ese tránsito y tener sobre el propio escritorio esta magnífica obra.
1 Aunque también existen y le interesan las cartografías de lugares reales donde ocurren ficciones.
2 Al respecto, véase mi comentario sobre cómo los ingleses "coloreaban" Malvinas en sus mapas antes de haber desembarcado jamás en ellas: D. G. Barriera "Malvinas: de periferia del mundo conocido a centro de una disputa global (1758-1767)", en Investigaciones y Ensayos, 69, 2020:https://iye.anh.org.ar/index.php/iye/article/view/195/385
3 Juan José Saer, El río sin orillas, Alianza, Buenos Aires, 1991: 48.
4 "La carta de Tendre", p. 269.
6 Henri-Jean Martin y Roger Chartier, Histoire de l'édition française, Promodys, París, 1984, pássim., y Cartografías, pp. 87 y 157-158.
Por otra parte, el autor presenta un recorrido breve y conciso de los argumentos históricos que esgrimen Argentina por un lado, y el Reino Unido por el otro, para la defensa de su propia posición, en la disputa por la soberanía sobre el archipiélago malvinense y sus espacios marítimos. Anuncia que decidió utilizar los nombres de los lugares que menciona basándose en la toponimia propia de uso corriente en cada población analizada. Considera necesarias estas decisiones metodológicas para mostrar las miradas tanto de los argentinos como de los isleños. Estas propuestas se evidencian superadoras de las críticas que formula Lorenz sobre cierta obligación de los investigadores de realizar una “profesión de fe”3 sobre la propia posición personal al respecto del conflicto soberano reivindicando la defensa de los argumentos argentinos. En palabras de Carassai “[…] no es este un libro destinado a intervenir en el terreno jurídico, si no a indagar en la historia reciente de las islas, con un énfasis particular en la relación entre isleños y argentinos, y, a mi juicio, ese ejercicio es más fructífero si se conocen los argumentos históricos de ambas partes.” (p. 19)
En el segundo capítulo “Isleños (1960-1971)” Carassai se enfoca en las posiciones que adoptaba la población de las islas frente a los principales problemas de la época: económicos, políticos y humanos. Rastrea publicaciones en la prensa, libros, informes técnicos que dan cuenta de la incertidumbre que atravesaban los isleños en relación a su situación actual y futura frente al avance de las conversaciones entre Argentina y el Reino Unido.
Es importante valorar el caudal de fotografías que Carassai tuvo a disposición para publicar y que dan cuenta del clima social de la época. Un hilo conductor recorre los apartados: cómo va creciendo en la opinión pública argentina una visión optimista de un futuro cercano de recuperación de la soberanía. Y, a su vez, cómo eso solo generaba mayor desconfianza e incertidumbre entre los isleños. Aporta nuevos elementos para evitar la mirada teleológica y simplista de que la guerra solo fue un intento desesperado de la última dictadura para perpetrarse en el poder. Recupera las representaciones y sensaciones sobre la causa nacional que crecieron con el avance de la cuestión diplomática y alimentaron discursos públicos a favor de la intervención armada.
“Cantores (1941-1982)” es el capítulo cuarto que dedica a analizar las letras de las canciones folklóricas registradas en SADAIC que hacían referencia a Malvinas para echar luz sobre una faceta más popular de sus representaciones. Recupera los imaginarios que circulaban en las expresiones culturales que contribuían a conformar lo que el autor denomina una comunidad emocional en torno a Malvinas.
Con todo, este libro, de lectura amena y atrapante, trae un recorrido novedoso sobre un periodo clave de la historia argentina para encontrarnos con todo eso que no sabemos, o que algunos quizás preferirían no recordar, sobre Malvinas. Abre el juego para formular otras preguntas, profundizar las reflexiones y aportar miradas más densas a una problemática tan inagotable como convocante.
1 LORENZ, Federico Malvinas. Historia, conflictos, perspectivas, Editorial SB, 2022, 148 p.
2 CARASSAI, Sebastián Los años setenta de la gente común. La naturalización de la violencia, Siglo XXI, 2013, 336 p.
Sergio Angeli
El texto se centra en los espacios que portugueses y castellanos conquistaron, tanto en América como en Asia, en un largo período que va del siglo XVI al XVIII. Ilustra espacios fragmentados, periféricos sobre todo, en donde las distancias se incrementaron por las malas y lentas comunicaciones de la época.
Tomando el espacio geográfico como espacio social, los editores detallan, en su extensa Introducción, la forma en que las epidemias acaecidas a lo largo de la historia fueron un claro fenómeno de la interconexión humana a nivel global. La crisis epidemiológica del covid-19 les sirve como ventana para poder pensar de qué manera el acortamiento de las distancias también generaba la dispersión de enfermedades y pestes a escala planetaria. Por otro lado, hipotetizan cómo las autoridades de las unidades políticas, en cada momento histórico, se vieron cuestionadas por su accionar frente a las pandemias que se esparcieron sin respetar fronteras, clases sociales o niveles económicos de los afectados. El “choque microbiano”, que se produjo a partir de la conquista y colonización de América en el siglo XV, es utilizado para pensar las formas que adoptaron, en los albores del Mundo Moderno, el comercio, la navegación y los viajes intercontinentales.
El libro intenta ir más allá de la distancia social que generan los espacios geográficos. Es también una herramienta útil para pensar las distancias entre los poderes centrales y locales, entre la sanción de leyes y su aplicación en los territorios ultramarinos, entre la necesaria comunicación y sus tortuosas respuestas a través de los correos marítimos, etc. Se busca comprender cómo actuaron aquellos agentes de los primeros Imperios planetarios en la resolución de los problemas que los acuciaban diariamente, y para los que las comunicaciones, no eran ni rápidas ni seguras. Es la puesta a prueba de cómo se pudieron gobernar extensas tierras con infinidad de gentes en espacios tan distantes.
Tres ideas-fuerza guían las reflexiones de los participantes de la obra colectiva. La primera, se posiciona en cuestionar la distancia como mera referencia métrica o temporal. En segundo lugar, se intenta pensar de qué manera aquella “distancia” fue un elemento articulador a la hora de tomar medidas de gobierno efectivas para los espacios imperiales. Por último, se reflexiona sobre la categoría imperial y la necesidad de las conexiones oceánicas para la gobernabilidad temporal.
Dividido en cuatro grandes apartados, cada uno de ellos cuenta con escritos de tinte más historiográficos o basados en investigaciones inéditas en base al trabajo archivístico. El resultado es un “caleidoscopio”, en palabras de los editores, que manifiesta diversas vertientes de análisis y puntos de vista teóricos e historiográficos divergentes.
El primer apartado se denomina “Pensar y concebir la distancia”, integrado por cuatro presentaciones, que buscan reflexionar sobre los conceptos epocales de la distancia y el accionar in situ de diversos actores. El primer artículo, de João Paulo Pimenta, “Pensar e conceber a distancia. Uma reflexâo acerca dos espaços-tempo dos impérios ibéricos (século XV-XIX)”, funge de aparato crítico e historiográfico para comprender, en la larga duración, cómo se concibieron los espacios-tiempos de ambos Imperios, el hispano y el luso. Adma Muhana e Iris Kantor, reflexionan en “Quando o padre António Vieira diz a distancia”, los conceptos que el religioso y misionero utilizó en sus comunicaciones, a fin de comprender las múltiples distancias que debió atravesar en su labor misional en el Maranhão brasilero del siglo XVII. Por otro lado, un alejado y aislado archipiélago, carente de recursos naturales o minerales, en pleno Océano Atlántico austral, es el objeto de análisis de Darío Barriera en “Tan lejos de todo, y todo lo contrario. Distancias y políticas de las distancias en torno al archipiélago malvinense (1750-1768)”, donde el autor pone de manifiesto las intensas resignificaciones del concepto a la luz de los conflictos geopolíticos durante el reinado del monarca castellano Carlos III de Borbón. Por último, Nivia Pombo en “Segredos coloniais sob o controle do rei. A reforma dos correios en Portugal e no ultramar em finais do século XVIII: modelos, resistencias e limites”, describe la necesidad que tuvo el Imperio lusitano durante el siglo XVIII de aceitar las comunicaciones marítimas y terrestres de sus correos imperiales a través del análisis de las reformas del estadista portugués Rodrigo de Sousa Coutinho.
El segundo gran apartado, “Experimentar la distancia”, intenta vislumbrar cómo fue vivida, transitada y experimentada la distancia por diferentes actores locales. En su certero capítulo introductorio “Experimentar a distância”, María Fernanda Bicalho, con lucidez y destreza, reflexiona el tema de la distancia a partir del análisis de las prácticas y la experiencia de ciertos agentes de la monarquía en territorios remotos y aislados, demostrando cómo circularon y transitaron por el imperio un sinfín de oficiales reales (y religiosos) que gracias a sus conocimientos y trayectorias en los espacios ultramarinos luego fueron incorporados a los órganos centrales de la corona portuguesa para aplicar su saber local en el asesoramiento del monarca lusitano. Jean-Paul Zúñiga, en “La tiranía del terreno. Territorialización, comunicaciones y administración en la América hispánica (siglos XVII y XVIII)”, utiliza los relatos del franciscano Alberto Enríquez en su desplazamiento por parte de la América española, ejemplificando así el estado de los territorios entre Zacatecas y Lima, en un Imperio con densas redes de comunicación, aunque lentas, incompletas, fragmentadas y peligrosas. En “Apascentar ovelhas espalhadas e distantes. As visitas pastorais como instrumento do governo episcopal na américa portugusa (século XVI e XVIII), Evergton Sales Souza y Bruno Feitler, se adentran en la tarea de los obispos del Brasil para intentar recorrer sus diócesis, venciendo la dificultad de los enormes desplazamientos que conllevaba dicha tarea en un terreno hostil y mal comunicado. Por último, Graça Almeida Borges, en “Experiência e prácticas gobernativas num imperio de distâncias. A carreira de Jerónimo de Azevedo (século XVI e XVII)”, sigue el derrotero del noble portugués Azevedo, quien supo ocupar diferentes cargos en el Estado da India, llegando al nombramiento de virrey entre 1612 y 1617. Su experiencia, militar más que nada, fue su principal capital simbólico, aunque el mismo rey Felipe II estuvo muy preocupado por su actuación virulenta y apartada de los preceptos de justicia, que tanto importaban al monarca católico. Un claro ejemplo de cómo, pese a las enormes distancias, las actuaciones de los diferentes oficiales reales llegaban a la corte y a oídos del propio monarca.
En la tercera sección del libro, “Acciones y representaciones políticas en los espacios imperiales”, Thomas Calvo inicia el apartado con su trabajo “La omnipresencia de un rey ausente”, intentando analizar cómo la ausencia de la figura real en los territorios ultramarinos fue un obstáculo asimilable a la distancia física que separaba los espacios del orbe indiano. Para solucionar esa ausencia ficta, los sermones, los símbolos reales, las manifestaciones artísticas, como otra variopinta gama de recursos, hicieron posible hacer presente a un monarca ausente, intentando “domesticar la distancia” en palabras del autor. En “O ideal de bom governo e os instrumentos de controle do oficialato portugués. Goiás, segunda metade do século XVIII”, Roberta Stumpf demuestra de qué manera, en zonas tan periféricas como la capitanía de Goiás, la corona portuguesa ejerció un férreo control y vigilancia de sus oficiales reales durante el siglo XVIII, venciendo toda distancia física en pos de mantener el ideal imperial de buena conducta de sus agentes. Finalmente, Arrigo Amadori analiza en “La procuraduría de Buenos Aires en la corte. Representación política, comunicación y experiencia de las distancias entre 1580 y 1625”, la multiplicidad de canales de comunicación que tuvo una ciudad alejada y con escasa significación política, como fue Buenos Aires a fines del siglo XVI y principios del siglo XVII, logrando manifestar sus intereses ante la corte y el Consejo de Indias, mediante una aceitada red de procuradores y hombres de negocios, que se sumaban a la copiosa correspondencia que enviaba el Cabildo porteño hacia la metrópoli.
“Vínculos y mecanismos para mantener la comunicación” es la cuarta y última sección del libro. El destacado Michel Bertrand inicia el apartado con un notable trabajo intitulado “A pesar de la distancia. Lazos, vínculos y sistemas relacionales en un contexto imperial”, en donde reflexiona cómo las redes relacionales de los agentes pudo haber servido para lograr cohesionar y estructurar el funcionamiento imperial, tanto o más que las órdenes emanadas de los centros de poder. Continuando en la misma perspectiva, Caroline Cunill cavila en “´Como el Real Consejo de Vuestra Majestad está tan distante de esta tierra´: Escribanos y papeles en disputa en el Yucatán del siglo XVI”, el rol que les cupo a los escribanos en la confección y transmisión de los documentos yucatecos, para luego centrar su pesquisa en las redes sociales que tejieron el secretario de gobernación y el escribano de cabildo a partir de las disputas que ambos supieron tener para definir y preservar sus prerrogativas en el control de los documentos de la gobernación del Yucatán del siglo XVI. Cierra la sección Arthur Curvelo en “Governar à distancia nas capitanías de América portuguesa. Comunicações políticas entre gobernadores e autoridades locais (Pernambuco, século XVII e XVIII)” investigando la centralidad que tuvo la comunicación política entre las autoridades locales a fin de mantener aceitados los vínculos comarcales con las esferas más distantes del gobierno de la región de Pernambuco.
Mirado en su integridad, Las distancias en el gobierno de los Imperios Ibéricos es un libro que abre perspectivas de reflexión teórica y también de estudios de caso, que permite adentrarse en facetas poco estudiadas y en relaciones hasta ahora no investigadas, generando un espacio novedoso para continuar explorando aquellos imperios globales que introdujo la conquista y colonización de un orbe que hasta el siglo XV gozaba de muchas más libertades de las que a partir de entonces se anudarán.
La confección del ejemplar, con artículos en lengua portuguesa y castellana, tiene la ventaja de respetar las ideas de sus autores sin la mediación de la traducción, aunque también genera una enorme “distancia” para aquellos que no puedan comprender alguno de ambos idiomas. La riqueza del texto en su conjunto quedará por tanto fragmentada, opacando el enorme aporte que esta publicación significa.
Josefina Artusa
Universidad Nacional de Rosario (UNR), Argentina
El libro está dividido en cuatro apartados, cuyos elocuentes y poéticos títulos ya adelantan algo de las historias que se cuentan: El comienzo, Desencuentros, Puerto del Hambre, El pasado retorna. A su vez cada apartado inicia con interrogantes que sirven como guías para realizar una lectura consciente, además de presentar explícitamente las preguntas que se formularon les investigadores.
Otras fuentes analizadas e incluidas en el cuerpo del libro (incluso con aclaraciones, adaptaciones o datos de referencia que facilitan la lectura) son las fotografías de las excavaciones, un plano del siglo XVI y producciones literarias y artísticas sobre Puerto del Hambre.
A pesar de que a este hecho debe su fama, la historia del lugar y su entorno es más densa y compleja que el intento fallido de colonización hispánica. Inicia con la llegada de los primeros grupos humanos al Estrecho, once mil años atrás. En un intento por presentar el dinámico escenario en que se instalaron los primeros habitantes que llegaron a Magallanes son analizados sitios arqueológicos que evidencian la milenaria ocupación de grupos humanos, patrones de asentamiento y organización, hábitos alimenticios y de sustento material de estas comunidades cazadoras- recolectoras, que habitaron en las costas australes del Pacífico y en la actual Patagonia, combinando un estilo de vida de mar y tierra.
Para el siglo XVI, en el contexto de expansión ultramarina europea y la concreción de la primera circunnavegación con el viaje de Hernando de Magallanes, la unión de los océanos abrió un nuevo horizonte para monarquías y expedicionarios. La corona española buscaba tener la exclusividad del control del paso interoceánico y las disputas geopolíticas con otras coronas fueron un aliciente para la idea de ocupar efectivamente, la parte más austral del continente americano. La misión recayó en Pedro Sarmiento de Gamboa, quien luego de un primero reconocimiento del lugar, regresó a España para conseguir financiamiento y logística. Fue nombrado gobernador y capitán general del Estrecho, estando a cargo de la Armada del Estrecho. En el libro se incluye un infograma acerca de la composición de la Armada del Estrecho, incluyendo dibujos, tipos de nave, cargos y el derrotero de cada una. Resulta una operativa manera de brindar información que resulta necesaria pero que no puede evitar datos objetivos y nombres propios.
Sin embargo, la travesía, cuyos plan era cruzar el Atlántico hasta Brasil, abastecerse para luego seguir viaje hasta el sur, sufrió complicaciones a poco de zarpar: el clima, tormentas, vientos hicieron que muchas naves naufragaran o se desviaran, deserciones y muertes hicieron que sólo tres naves llegaran a destino recién en 1584, dos años y medio después de zarpar de Sanlúcar de Barramededa. Viaje jalonado de dificultades, éstas no se detuvieron al desembarcar, siendo las relaciones hostiles con los indígenas del Estrecho desde el primer momento.
Siguiendo la tradición hispánica, Sarmiento a poco de desembarcar fundó en Punta Dungennes la ciudad de Nombre de Jesús, esperando que fuera la primera de su gobernación y luego. Al norte de Santa Ana (sur de la actual Punta Arenas) funda la ciudad Rey Don Felipe, realizando todos los gestos políticos necesarios: nombró autoridades y jueces, organizó la traza urbana, el sitio para el cabildo y la iglesia, la fortificación, supervisó la construcción de casas para quienes serian los primeros vecinos. Sin embargo el crudo invierno, los vientos magallánicos, la hostilidad del clima, se cuentan para la autora entre los factores que impidieron la viabilidad de la ciudad, dando cuenta de que no alcanza sólo con la fundación y la traza sino que es necesario, sobre todo, que la ciudad administre su sustento. La autora utiliza la expresión gobernación de papel para referirse a la fragilidad de a los intentos de Sarmiento de fundar ciudades que den cuerpo a su potestad.
Cuando el corsario inglés Tomás Cavendish desembarcó tres años después halló un desolador panorama y a la luz de los hechos rebautizó al lugar Puerto Del Hambre. Un sobreviviente de los ya sobrevivientes de Nombre De Jesús y Rey Don Felipe, miembro de la Armada del Estrecho, transmitió su historia, la angustia y desesperación de un grupo humano que no tenía ni qué comer. A partir de ese relato, que Cavendish dio a conocer, Puerto del Hambre se convirtió en un topónimo espectral, a decir de la autora. Se convirtió en una ciudad imaginada, que animó historias de dificultades y desventuras, que no podía ubicarse con precisión en el Estrecho.
Para el equipo encargado de esta investigación el punto en donde se cruzan la leyenda y la investigación histórica da un vuelco cuando Jesús Veiga Alonso, gerente de una compañía de seguros y vicecónsul de España en Punta Arenas, siguiendo el rastro de Sarmiento De Gamboa, encuentra en 1955 en la región un muro de piedra que correspondiera al altar de la iglesia de Don Felipe Rey. Las excavaciones evidenciaron sucesivas ocupaciones humanas, tanto indígenas como hispanas. Estuvieron a cargo el mismo Jesús Veiga, el arqueólogo Joseph Emperaire y el periodista Osvaldo Weggman, quien en 1960 publica la novela El Camino del Hambre, inaugurando de esta forma un camino de reconocimientos, entre los que se cuentan un monumento en el sitio arqueológico, una historieta en la revista infanto-juvenil chilena Mampato1 e incluso una producción audiovisual en formato miniserie titulada Puerto Hambre y dirigida por Marcelo Ferrari.2 Interesa destacar que el libro no sólo no deja de lado la narrativa épica que envuelve a Puerto Del Hambre , sino que la convierte en una variable más de análisis desde la cual construye la investigación científica, muchas veces ella misma animada por la curiosidad por cotejar aquello que las crónicas habían contado. La posibilidad de tomar en cuenta aquello que no prosperó, aquello que pudo haber sido y no fue, y los motivos de por qué no lo fue. Una forma de evitar que la historia siempre la escriban quienes ganan.
Rosario, 17 de agosto de 2022, Rosario.
1 Mampato fue una publicación una publicación chilena dirigida al público infantil y juvenil, creada en 1968 por el dibujante Eduardo Armstrong Aldunate y publicada por editorial Lord Cochrane. Contaba con secciones dedicadas a la historia del arte e de la humanidad.
2 La serie, en formato película, actualmente se encuentra disponible en la plataforma Amazon Prime Video para Chile.
§
Los artículos correspondientes a cada número están publicados en nuestra plataforma OJS.
Los artículos correspondientes a este número están publicados en nuestra plataforma OJS.
Desde un registro de análisis político, la ambiciosa propuesta de Chao pone en diálogo una profusa bibliografía sobre la guerra y la posguerra de Malvinas (Guber, Escudero, Palermo, Lorenz son sólo los más conocidos) y sobre estudios de posguerra en otras latitudes (Skocpol, Diehl, Gerber). Las nociones foucaultianas de “problematización” política y “texto práctico”, así como la de “acción de Estado” de Bourdieu son el utillaje teórico desde el cual analiza un nutrido corpus de fuentes que incluye no sólo las leyes y decretos finalmente sancionados sino también los proyectos que no prosperaron, así como discursos públicos, documentos militares, reglamentos, resoluciones, instrucciones, disposiciones y cuestionarios presentados por las dirigencias civiles y militares durante tres décadas y media. La novedad del objeto de estudio construido por Chao le permite también arribar a una tesis original. Sostiene que hay una considerable continuidad en las políticas públicas llevadas a cabo por el gobierno militar y los diversos gobiernos democráticos, poniendo en cuestión la tradicional lectura de una transición a la democracia por colapso del régimen militar para el caso argentino.
El primer capítulo del libro se encarga de abordar la “acumulación originaria” –en términos organizativos y simbólicos– que los militares construyeron durante la movilización bélica y la desmovilización que siguió a la derrota. Los dos ejes de acción que caracterizaron el problema político según la construcción de los militares fueron las necesidades de reconocimiento y resocialización de los veteranos. Esos dos grandes núcleos problemáticos que coexisten en la figura del veterano –la gratificación al heroísmo y la asistencia al vulnerable– ordenan el análisis de las dos partes siguientes que componen el grueso de su estudio. En ambas la estrategia narrativa prioriza lo analítico por sobre lo cronológico: un grupo de variables organizan los apartados, en los cuales Chao va y viene fluidamente por los treinta y cinco años que componen el período estudiado.
La segunda parte de ¿Qué hacer con los héroes?..., compuesta de tres capítulos, se titula “El problema del reconocimiento”. La delimitación acerca de a quiénes corresponde y a quiénes no la condición de veteranía es el problema del capítulo 2. A través de las diversas legislaciones aplicadas o proyectadas, Chao muestra que el origen –civil o militar–, la zona de actividad –los diversos Teatros de Operaciones– y la experiencia –combate o reserva– conformaron la tríada cualitativa básica desde la cual se trató de delimitar con nitidez la pertenencia o exclusión a la condición de veteranía, cuestión importante a la hora definir el acceso a reconocimientos materiales y simbólicos. Sobre esos reconocimientos simbólicos versa el capítulo 3, donde se sostiene que a los veteranos sobrevivientes se los caracterizó como héroes, servidores o víctimas, según el sujeto y el contexto de enunciación. Más homogéneas, en cambio, fueron las visiones sobre los muertos, aunque la importancia que se les atribuyó en los discursos y actos públicos también fue variable a lo largo del tiempo. El pensamiento político que tuvo como objeto a los caídos en combate es abordado también en el capítulo 4, aunque aquí el foco se posa en los cuerpos que quedaron en la zona de conflicto: la disputa en torno a si debían trasladarse al continente o no y la necesidad de identificación de los muertos fueron los dos grandes problemas que atravesaron la cuestión hasta el año 2017. Este capítulo se complementa con un análisis del problema de las vejaciones sufridas por conscriptos durante el conflicto, que cierra la segunda parte del libro. A diferencia de lo que ocurrió con la mayoría de las cuestiones relacionadas con los veteranos en el pensamiento de los gobernantes argentinos –en las cuales primó, como se dijo, la continuidad entre 1982 y 2017–, en este aspecto Chao encuentra un momento de ruptura a partir del año 2007, cuando las denuncias por vejaciones dejaron de dirigirse hacia los soldados ingleses –entendidas como crímenes de guerra– para comenzar a dirigirse hacia oficiales y suboficiales de las propias Fuerzas Armadas argentinas. Este viraje acompaña las políticas en materia de derechos humanos llevadas adelante por el Estado desde la asunción de Néstor Kirchner a la presidencia.
La tercera parte, compuesta de cuatro capítulos, aborda el otro gran problema construido por el pensamiento político argentino sobre los veteranos: la idea de que componen un grupo social necesitado de resocialización, contraponiendo al heroísmo con la vulnerabilidad y la marginación. Aunque con variaciones, quienes enunciaron propuestas “en nombre del Estado” entendieron que las necesidades que debían ser cubiertas por éste abarcaron los ámbitos de la salud, educación, vivienda, trabajo y previsión.
El capítulo 5 aborda las políticas hacia los veteranos relacionadas con el mundo laboral. Las formas de paliar la desocupación de los veteranos con su incorporación a la administración pública o la capacitación en oficios, el reconocimiento a los servicios prestados mediante aumentos salariales específicos o la particular incorporación del sector al sistema previsional son las principales líneas de análisis recorridas por Chao en este pasaje, que se complementa con el capítulo siguiente, dedicado exclusivamente al acceso al sistema de salud de los veteranos que combatieron en calidad de conscriptos. Si bien la inmediata posguerra se caracterizó por la ausencia absoluta de políticas de salud hacia la totalidad del grupo (sólo quienes pudieran acreditar invalidez como secuela de la guerra fueron atendidos en un primer momento), Chao sostiene que con el correr de los años fue construyéndose con complejidad creciente el problema de la necesidad de un abordaje integral para la salud de los veteranos. La incorporación del sector a la cobertura de PAMI fue el punto bisagra, que se profundizó con la creación de una dependencia específica para los veteranos de guerra al interior de dicha obra social. Aun así, sostiene que hasta el presente no se ha logrado una cobertura médica para veteranos verdaderamente especializada que atienda íntegramente su salud en los aspectos físicos y psíquicos.
El séptimo capítulo, por su parte, se ocupa de otros tres problemas. Por un lado, educación y vivienda fueron consideradas necesidades elementales sobre las cuales el Estado no podía dejar desamparados a los veteranos. Las políticas educativas específicas fueron abordadas en términos de prioridad de admisión y acceso a becas de estudio para excombatientes o para sus hijos, en el caso de los muertos en combate. En el ámbito de la vivienda, desde la inmediata posguerra se incluyó a los veteranos como beneficiaros específicos de programas habitacionales, sea mediante créditos del Banco Hipotecario Nacional o del Fondo Nacional de Vivienda. El apartado que cierra el capítulo se ocupa del que es, probablemente, el problema más netamente político de la relación entre Estado y veteranía, el del reconocimiento por parte de aquél de organizaciones representativas de éstos. Chao no se ocupa aquí de la variedad de organizaciones de exsoldados surgidas inmediatamente tras la guerra sino de la relación de entre el Estado y las diversas organizaciones que intentaron ejercer una única representación nacional de los veteranos. De las variables de análisis trabajadas en ¿Qué hacer con los héroes?..., ésta es la que más transformaciones presentó al ritmo de los cambios de gobierno, tanto en la conformación de organismos como en sus funciones.
El capítulo 8 cierra con el análisis de una variable en la cual se refleja con claridad la tensión entre reconocimiento y vulnerabilidad que rodeó a la figura del veterano en el pensamiento político argentino: las pensiones. Partiendo de lógicas más asistenciales como las pensiones no contributivas, las tecnologías previsionales desplegadas entre 1982 y 2017 decantaron en el reconocimiento como héroes como justificación de las pensiones vitalicias para veteranos, enmarcándolas primero en el rótulo de pensiones graciables para arribar finalmente a la categorización más específica de pensiones de guerra.
El libro cierra con una Conclusión que repasa muy brevemente las principales líneas de análisis en términos conceptuales más que fácticos, breve recuento que se hace necesario ante la enorme masa documental abordada por Chao. Su libro deja abierta la puerta a trabajar sobre la veteranía como problema Estado en otros niveles de éste –provinciales, municipales– así como en otros actores no gubernamentales que forman parte del aparato estatal, como los docentes, científicos, diplomáticos, militares y un largo etcétera.
Rosario, 21 de octubre de 2021.
§
Los artículos correspondientes a este número están publicados en nuestra plataforma OJS.
PASINO, Alejandra y HERRERO, Fabián (coordinadores), Prensa y política en Iberoamérica (Siglo XIX), Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 2019, 320 p.
Universidad Autónoma de Entre Ríos.
El segundo capítulo está a cargo de Fabián Herrero, quien examina en 1822 el juicio al fraile Francisco Castañeda. El franciscano es acusado de calumniar a las autoridades de la provincia de Buenos Aires. El juicio impulsa la necesidad de una nueva trama legal. Por este motivo, Herrero analiza la ley de imprenta de 1822 en contraposición del decreto de octubre de 1811. El autor considera como punto de inflexión la supresión del Cabildo de Buenos Aires en 1821, institución que ocupaba una instancia clave en la elección de los integrantes de la Junta Protectora para la libertad de imprenta. Del juicio podemos destacar que Castañeda admitió colaborar desde el ámbito de la prensa para que el Partido del Orden llegue al gobierno pero, a su vez, los acusa por injuriar a la Iglesia con sus pretendidas reformas.
El historiador uruguayo Wilson González Demuro bajo el título “Perspectivasrepublicanas. Un escritor oriental en el debate entre centralismo y federación, a través de dos publicaciones periódicas (Buenos Aires, 1825-1827)” estudia el concepto derepública, entendiéndolo como gobierno representativo contrario al despotismo. El autor centra su atención en la experiencia periodística de Antonio Díaz, un escritor público que milita en las filas del centralismo, participando desde el periodismo en algunos proyectos político-militares dirigidos a expulsar al ejército brasileño del territorio oriental. En este marco, inspecciona las publicaciones El Piloto y El Correo Nacional, expresando a través del análisis del concepto de república, el fomento de las ideas centralizadoras y un duro cuestionamiento a las creencias descentralizadoras, rechazando puntualmente al sistema confederal por considerarlo portador del caos, la anarquía, la barbarie y la democracia.
En el cuarto artículo “A difusão do nacionalismo mazziniano na imprensa farroupilhae rio-platense através da atuação dos periodistas italianos.Cuneo e Rossetti (1838-1860)”el historiador brasileño Eduardo Scheidt centra su interés en dos exiliados italianos, Gian Battista Cuneo y Luigi Rossetti. Trata de probar cómo ambos tuvieron una tarea relevante en el debate sobre el tema de la nación, introduciendo para ello las ideas de igualdad de Mazzini. A su vez, muestra como impulsan la circulación de las mismas en Rio Grande do Sul y algunos territorios vecinos del Río de la Plata. Se subraya la importancia del intercambio y los vínculos con grupos de emigrados de la Buenos Aires rosista. La clave de indagación está en tratar de comprender la recepción de las ideas de Mazzini en los territorios locales.
Facundo Nanni aborda el estudio de la prensa tucumana en las décadas de 1820 y 1840 destacando su discontinuidad, los escasos lectores y medios de subsistencia, mínimas tiradas y un rasgo de debilidad: la vinculación demasiado estrecha con el gobierno provincial. Para Nanni los pocos periódicos que se emitieron en aquellos años, fueron capaces de impulsar la creación de nuevos espacios para la elite local pero, también, realizaron una tarea central en la legitimación de los gobiernos.
El uso de la noción de Tribunal de la Opinión es empleado para tratar de comprender la valoración que expresaban los lectores sobre los temas tratados. Estos sucesos se analizan en las páginas de los dos primeros periódicos provinciales, El Tucumano Imparcial(1820) y El Restaurador Tucumano (1821), en los que se advierte una férrea defensa al federalismo y el ataque al centralismo político. Ya en los años cuarenta, el historiador tucumano evidencia una experiencia diferente, pues La Estrella Federal del Norte (1841) comparte la retórica de la prensa rosista, mientras que en El Conservador (1847) aparecen nuevas temáticas como la crítica literaria y la valoración descriptiva de obras de teatro, pero no se reproduce la retórica de las producciones discursivas de Buenos Aires, por lo que fue duramente criticado y tuvo una corta duración.
El caso paraguayo es abordado por Herib Caballero Campos y Carlos Gómez Florentín a partir del estudio del periódico Semanario de Avisos y Conocimientos Útiles (1853-1868). Éste órgano de prensa oficial de extensa duración en la escena pública, se difundió en un contexto donde las autoridades intentaron buscar ciertas políticas que los llevara a un proceso de modernización. Los temas del semanario no siempre coincidieron con lo requerido, en cuanto en un comienzo se presenta un perfil cercano a lo económico y al progreso pero, se dio más relevancia a la reproducción de la documentación diplomática y otros documentos, principalmente sobre las relaciones exteriores. Los autores consideran que quizás tuvo un impacto en las costumbres y también en las líneas morales que se desprendían del material literario.
El séptimo capítulo del libro “La Crónica Política y Literaria de Buenos Aires (1827). Una aproximación a Mora y de Angelis en sus años rivadavianos”, está dedicado al estudio del trabajo que como publicitas realizaron los emigrados en el año 1827. Nicolás De Rosa analiza las publicaciones de los periódicos que ambos emprendieron: El Conciliador y la Crónica Política y Literaria de Buenos Aires, introduciéndose en el estudio de la relación entre los publicistas y el gobierno de Rivadavia, los temas tratados en sus páginas poniendo especial atención en dos ejes: las reflexiones sobre economía política y la presencia de comentarios sobre los trabajos de Jeremy Bentham. El autor evidencia la particular relación construida entre los publicistas contratados por el gobierno y su accionar discursivo, señalando el grado de autonomía que en muchos casos pusieron en práctica.
El volumen concluye con el trabajo de Alejandra Pasino quien analiza la imagen de la revolución iniciada en mayo de 1810 en el Río de la Plata, en las páginas de El Españolde Joseph Blanco White, editado en Londres entre 1810 y 1814. La construcción de dicha imagen se lleva adelante a partir de la información que el publicista obtenía por diversas vías: relaciones personales con los rioplatenses presentes en Londres -Matías Irigoyen, Manuel Moreno, Tomas Guido, Manuel de Sarratea-, ejemplares de La Gaceta de Buenos Aires, correspondencia con Bernardino Rivadavia y la información que le acercaba alForeing Office. El objetivo del trabajo es dar cuenta de la recepción que esas noticias tuvieron en las páginas de El Español, las cuales se seleccionaron y comentaron en función de los intereses políticos de Blanco White: la necesidad de moderación de los americanos para conservar la integridad de la monarquía española.
Los casos estudiados, de menor o mayor visibilidad pública, quizás totalmente desconocidos fuera de un círculo reducido, descubren facetas inexploradas de los periódicos, sus publicistas, editores y lectores, sus espacios de circulación y recepción en el área Iberoamericana durante los procesos revolucionarios iniciados en el contexto de la crisis monárquica de 1808. El esquema de este libro nos permite ampliar la conciencia histórica sobre la relación entre prensa y política a principios de siglo XIX.
Los artículos correspondientes a este número serán publicados en la plataforma OJS en cuanto el equipo editorial complete los procesos de marcado y maquetación obligatorios.
BOUCHERON, Patrick Conjurar el miedo. Ensayo sobre la fuerza política de las imágenes. Siena, 1338, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2018, 289 pp. Traducción de Horacio Pons. ISBN 978-987-719-135-6.
parte de una rememoración crítica del órgano de prensa de la CGT de los Argentinos durante el año 68´. La autora aborda la consolidación del cegetismocombativo en el campo sindical. El estudio describe los nuevos sentidos de la izquierda peronista y no peronista que se orientan hacia una mirada insurreccional y radicalizada de la acción obrera y política. El cuarto artículo es de Darío Dawyd, “De la CGT de los Argentinos a la huelga petrolera, El 68 obrero y la formación del Sindicalismo de Liberación”. El análisis del proceso concluye con que la huelga petrolera fue uno de los conflictos obreros más importantes de Argentina en 1968 -y de la década del sesenta- e impactó de lleno en la formación del Sindicalismo de Liberación en la Argentina.
Con mucho gusto en frivie.com escribiremos una reseña sobre este blog, nos gusta el estilo, tiene material de gran calidad.
ResponderEliminar