RESEÑAS

RESEÑAS CORRESPONDIENTES AL NÚMERO 39 - ISSN 1851-9504
Todas las reseñas fueron sometidas a referato y edición

Fecha de publicación: miércoles 6 de septiembre de 2023

DIP, Nicolás Movimientos estudiantiles en América Latina. Interrogantes para su historia, presente y futuro, Buenos Aires, CLACSO; IEC-CONADU, 2023, 84 p.  ISBN 978-987-813-458-1. 

Mónica Naymich López Macedonio
Instituto de Investigaciones Históricas 
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, México
utopistica@gmail.com


En la historiografía de los movimientos estudiantiles latinoamericanos hacía falta un análisis que actualizara y englobara el debate sobre esas experiencias, como el que nos presenta Movimientos estudiantiles en América Latina. Interrogantes para su historia, presente y futuro. Utilizando el diálogo metódico, Nicolás Dip articula su propuesta de análisis a partir de seis preguntas fundamentales, cuyas respuestas no sólo confirman un profundo conocimiento de la historiografía de los movimientos estudiantiles latinoamericanos del siglo XX y lo que va del siglo XXI sino, también, la habilidad para reunir en un breve texto, cuestiones fundamentales de esas experiencias que han sido analizadas en la historiografía y que reclaman nuevas preguntas y abordajes a la luz de las circunstancias presentes, como de las posibilidades futuras. 

El autor comienza el análisis preguntándose ¿qué son los movimientos estudiantiles? Interrogante que utiliza para definirlos y advertir que, aunque los estudiantes y los espacios educativos son elementos de los movimientos estudiantiles, no suponen por sí mismos su existencia. La condición de movimiento estudiantil implica, necesariamente, la existencia de la organización política de los estudiantes con el propósito de hacer frente a problemáticas y plantear demandas que los inquietan como colectivo. En este sentido, señala que la política y la educación están indisolublemente ligadas y constituyen las dos dimensiones centrales de los movimientos estudiantiles, cuyo carácter- es decir, formas de organización, relaciones, acciones y demandas-, depende de cada contexto y circunstancia. Por esta razón, el autor invita a romper con el falso ideal de la educación como un ámbito despolitizado. 

Enseguida, el autor estimula el debate al preguntarse sobre la importancia de los movimientos estudiantiles en la región latinoamericana. Responde con la presentación de diversas posturas que renombrados académicos han dado como respuesta a esta problemática clave de la historiografía de los movimientos estudiantiles. De su análisis podemos inferir que la apreciación y postura que algunos autores han erigido sobre las implicaciones de los movimientos estudiantiles en las transformaciones de América Latina depende de su formación política y social, así como del momento histórico en el que articularon su perspectiva. Sobre este punto, el autor invita a tomar distancia de dos tendencias antagónicas claramente identificables, por un lado, la que subestima el rol de los movimientos estudiantiles sin tener en cuenta sus obstáculos y limitaciones y, por el otro, la que les niega su efectiva incidencia dentro de las disputas político-educativas de la región. Manteniendo la postura de que los movimientos estudiantiles han influido en las transformaciones políticas, sociales y culturales de América Latina, el autor recupera el análisis de dos coyunturas emblemáticas que, en el consenso de la historiografía de los movimientos estudiantiles continúan siendo sus referentes históricos; como lo evidenciaron las diversas conmemoraciones realizadas en 2018 en la región. Al margen de los fines meramente celebratorios, el autor invita a repensar la coyuntura de la Reforma Universitaria de 1918 -y su precedente el 1908 uruguayo-, así como la de los movimientos estudiantiles populares de 1968, con el propósito de advertir la vigencia, en nuestro presente, de las principales demandas que abanderaron esos movimientos estudiantiles. Señala que, tiene sentido analizar el legado de la Reforma Universitaria de 1918, en la medida de que sepamos advertir cómo persiste en la actualidad lo que fue su emblemática demanda, es decir, la lucha de los estudiantes para que se les permitiera tener voz y voto en el gobierno de sus instituciones educativas; una demanda que, al margen de esta coyuntura emblemática reivindicada en la historiografía, se ha gestado de manera natural al interior de los entornos universitarios -así como en las escuelas formadoras de maestros-, justamente por la existencia de esa dinámica que se genera en los entornos educativos a raíz de la indisoluble relación que existe entre educación y política- tan advertida por el autor-; interacción que termina convirtiendo a los sujetos que forman parte de los entornos escolares -estudiantes y profesores- en actores políticos. 

En cuanto a la coyuntura de 1968, también reivindicada en la historiografía como un parteaguas en la historia de la segunda mitad del siglo XX, el autor advierte que la historiografía de los movimientos estudiantiles ha logrado capturar la especificidad de las movilizaciones de estudiantes que tuvieron por escenario a Latinoamérica en ese año, la cual se puede observar en un doble sentido que podríamos definir como histórico y simbólico. 1968 histórico, como un año particular signado por protestas estudiantiles amplias, es decir, -vinculadas a demandas que fueron más allá de los entornos educativos, las cuales fueron brutalmente reprimidas y registradas en la historiografía para los casos de México, Brasil y Uruguay.1968 simbólico, como un hito que hace referencia y condensa un conjunto de demandas y problemáticas que fueron incluidos en la agenda anti imperialista de los activismos estudiantiles de los años sesenta y setenta en el marco de la guerra fría. Con este precedente histórico y simbólico, el autor se pregunta ¿están vivos los movimientos estudiantiles? Como respuesta provoca el debate dejando entrever el reto que representa el aprender a observar los cambios que experimentaron los movimientos estudiantiles tras el derrumbe de los socialismos reales y el predominio indiscutido de las políticas neoliberales -que favorecieron la tesis de Francis Fukuyama sobre el fin de la historia-, la cual también impregnó a la historiografía de los movimientos estudiantiles latinoamericanos. En este sentido, el autor exhorta a advertir los cambios- generacionales- que han protagonizado los movimientos estudiantiles en el siglo XXI, presentando investigaciones que han logrado capturar esos cambios en cuanto a la definición de sus nuevas demandas, discursos y formas de organización; para evitar compartir la idea que los percibe sin vitalidad y a los estudiantes presos de la apatía política, o para evitar caer en el error de pensar que los movimientos estudiantiles han muerto. Finalmente, el autor se pregunta si, además de las diferencias discursivas, programáticas y operativas identificadas en la historiografía es posible advertir ¿lugares comunes en la historia y el presente de los activismos estudiantiles? A esta pregunta responde que a los lugares comunes no necesariamente debe asignárseles una connotación negativa, sino que éstos han servido de base a una pujante historiografía de los movimientos estudiantiles que ha dado visibilidad a ciertos actores que históricamente han sido marginados en la historiografía de los movimientos estudiantiles como, por ejemplo, las mujeres, los movimientos estudiantiles con identidad política de derecha y los espacios-países- en los que también se han suscitado movimientos estudiantiles pero que habían recibido poca atención en la historiografía. Esta última cuestión es sumamente reveladora porque nos hace pensar en el carácter de las sociedades en las que se han producido las distintas historiografías presentadas en este libro de bolsillo. Con cierta medida, se puede decir que la historiografía es también una manifestación tangible de la sociedad que la ha producido, porque a través de la historiografía es posible leer no sólo los cambios que han experimentado los sujetos de estudio sino también a las sociedades, a partir de analizar el carácter de las preguntas que sobre esos sujetos se han planteado en el tiempo. 

Movimientos estudiantiles en América Latina. Interrogantes para su historia, presente y futuro, con su perspectiva amplia y global, se posiciona en la historiografía como lectura obligada para todo aquel que aspire a tener más que un panorama general de las experiencias estudiantiles organizadas que acaecieron en la región latinoamericana durante el siglo XX y lo que va del siglo XXI. El que haya sido publicado en formato digital como parte de la colección Biblioteca Que se pinte de Pueblo con acceso libre, nos confirma el propósito congruente de hacer de la universidad un espacio “democrático, no elitista y para que sus saberes lleguen a todas las mentes posibles”; una iniciativa que, como el libro que se publica, también merece ser reconocida. 


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Fecha de publicación: martes 30 de mayo de 2023

CHARTIER, Roger Cartografías imaginarias (siglos XVI-XVIII), Ampersand, Buenos Aires-Madrid, 2022 [Cartes et fictions, Paris, 2022], 168 p. Trad. de Horacio Pons, ISBN 978-987-4161-88-8.

Darío G. Barriera
(ISHIR - UNR/CONICET, Argentina)
dgbarriera@conicet.gov.ar / @barriera


En este libro, el Profesor Chartier hace las delicias de quienes celebramos que una obra vaya al grano desde el inicio. Se sirve de la distinción de Franco Moretti para sugerir que de los dos objetos posibles de la geografía literaria –la literatura en el espacio o el espacio en la literatura–, su trabajo se acerca más al estudio del segundo. Aclara enseguida que, además de tratar sobre una geografía interna a los textos, su estudio se ocupará de "...mapas que acompañaron las lecturas de los primeros lectores" (10) –sabremos enseguida que no en todos los casos a la voluntad de sus autores– en obras de ficción. 

El terreno de la cartografía de lugares ficticios1 tiene con seguridad como referente universal de los lectores contemporáneos a J. R. R. Tolkien, de cuya notoriedad se sirve Chartier para iniciar un recorrido vertiginoso y sereno al mismo tiempo. Vertiginoso porque la secuencia de libros pasa ante nuestros ojos con una proximidad que, en la lectura, les da velocidad. Sereno porque detrás de esa agitación aparente subyace un particular tipo de maestría en la presentación de la investigación, cuyos resultados nos son revelados como si de un yacimiento arqueológico se tratara.

Si El Hobbit (1937) es apenas el primero de los libros donde Tolkien introduce algunos mapas (imágenes a las cuales él mismo envía a sus lectores desde el texto), no fue el primero en hacerlo, ni siquiera "...en el universo de los libros para niños o jóvenes..." que "...desde el siglo XIX, propusieron una representación visual de los lugares de la historia contada" (p. 11). Esa serie, para la lengua inglesa, comienza en 1883 (La isla del tesoro de Stevenson). Pero al otro lado del Canal de la Mancha, Jules Verne se había anticipado con un mapa de su propia mano para La isla misteriosa, cuyas traducciones al inglés de 1874 amputaron el cartograma.


El comienzo del libro es un verdadero anticipo concentrado del método: Chartier sugiere que se trata de "elaborar una genealogía histórica de la presencia de mapas en los relatos de ficción" (las invenciones fabulosas o las producciones de la imaginación). Mi impresión –de la que trataré de convencer a los lectores de esta reseña– es que estamos sobre todo frente a una arqueología, porque a lo largo del libro Chartier escarba y encuentra precedentes, aunque no siempre conexiones firmes. Y lo mejor es que no se molesta por ello. 

El caso de los mapas introducidos en las ediciones del Quijote por Ibarra y De Sancha en 1780 y 1798 respectivamente proponen al autor un problema que felizmente resuelve por la positiva: el área cartografiada es real, pero los personajes que diseñan sobre ella sus (imposibles) recorridos son de ficción. A riesgo de "destruir una de las magias parciales del Quijote" –dice Chartier citando a Borges– trazar "...en el mapa de una España auténtica las peregrinaciones del héroe de ficción no podía sino fortalecer la ilusión de realidad" (23). Esto es cierto, pero no es menos cierto que el mismo recurso se utilizaba en otros órdenes (por ejemplo en la comunicación política cortesana), cartografiando lugares acerca de los cuales no se tenía una idea muy consolidada, sino intenciones posesorias o la pretensión de crear dispositivos que permitieran más tarde esgrimir argumentos de dominio.2 Además, que un ilustrado quisiera poner un poco de realidad en el mundo fantasioso del Quijote bien podría ser una suerte de política del siglo. Los mapas e ilustraciones de la segunda de estas ediciones del Quijote (la establecida por Juan Antonio Pellicer, figura notable de la ilustración española) arremeten todavía con más fuerza desde lo visual pero, por si esto no bastara, también desde lo textual. Las notas del Académico desgranan los "errores" que Cervantes cometiera haciendo recorrer a Rocinante en cinco jornadas trayectorias para las que el rucio necesitaría por lo menos el doble. Vicente de los Ríos se ocupó de errores de cronología o de pasos en falso que el gran novelista castellano habría cometido por "la prisa" con la que escribió la segunda parte. 

A diferencia de estos mapas, que son tardíos y "...se agregan al libro cuando este ya es un clásico" (45) los mapas contenidos en las obras que Chartier alude como constituyentes de la "rama inglesa" de su genealogía las acompañan desde el momento mismo de su publicación. Obrando nuevamente como un arqueólogo nos presenta primero la última (Los Viajes de Gulliver, Londres, 1726), donde los lugares imaginados aparecen acompañados por territorios de existencia comprobada: las precisiones derivadas de consignar la latitud de Liliput o la distancia que la separa de otra isla aumentan los efectos de realidad. Ejerciendo ahora sí de genealogista, Chartier establece que el libro de Jonathan Swift hereda el procedimiento del de Daniel Defoe, impreso en 1719. Robinson Crusoe, inspirado en la historia real de Alexander Kirk en la isla de Juan Fernández (Chile), es a su vez tributario de Mundus Alter et Idem (atribuido a Mercurius Britannicus y publicado en 1605). Pero si Swift, afirma Chartier, "conocía con seguridad" el Robinson Crusoe "sin duda" había leído este otro más antiguo (p. 64) de su traducción al inglés (de 1609) pero "...más probablemente lo hizo en su reedición de 1643, publicada en Londres bajo una dirección falsa de Utrecht" (p. 71). Esta edición incluía la Civitas Solis de Campanella y la Nova Atlantis de Francis Bacon, lo que conduce al siguiente yacimiento, el de las utopías.

Utopia Insulae Figura es el título del mapa de la Isla que, enfrentado al alfabeto utopiano, aparece "cuando se abre el libro" (75). Al comienzo de este capítulo, Chartier afirma que este mapa debe situarse "en el origen de los mapas en la ficción" –a estas horas, y sabiendo que falta medio libro, el lector sospecha que tiene entre manos otro más antiguo– y, de manera menos dubitativa, que Swift tenía esta obra en su biblioteca y que, por lo tanto, podría ser desde luego una de sus fuentes de inspiración para los mapas que acompañaron a Gulliver.

Esta isla y este mapa, conjunto sobre el cual probablemente se haya escrito más que sobre ningún otro, es analizada por Chartier siguiendo los cánones del género de la obra y el de su estudio (una historia de libros, una historia de ediciones). Compara ediciones y compara los mapas –en las ediciones que lo tienen, porque, "...una sola de las dieciséis ediciones latinas aparecidas entre 1519 y 1631 incluye un mapa" (p. 84)– y tampoco figura en las traducciones publicadas en lenguas vulgares durante el siglo XVI. Mejor suerte corrieron los lectores alemanes (ver p. 85).

Lo cierto es que la mayoría de los lectores de Utopía debieron mantenerse "fieles a la écfrasis" (86) y, entre las tres razones que pueden explicar el "destierro" del mapa de la mayor parte de las ediciones y tradiciones de Utopía pueden contarse una preocupación por los costos, la percepción de la inutilidad de un mapa que podía imaginarse y "la idea de que un no lugar no es representable" (87-88).

La cronología de estos relatos ingleses que incluyen mapas "sugiere una cadena de préstamos" (89) y tienen en común el inscribirse en la línea de relatos de viajeros singulares presentados como individuos reales. Las cartografías que ofrecen son, en cambio, bien disímiles: desde ficciones sin territorios hasta cartas que pretenden ser representaciones de suelos reales a fuerza de aproximarlas a referencias consolidadas. No obstante, la inscripción de lo inverosímil las atraviesa y las hermana. 
Si el libro de Hall era conocido en Francia a mediados del siglo XVII ¿asegura esto que fuera un "eslabón común a las genealogías inglesa y francesa de la cartografía de las fábulas?" Como se ve, el autor lo presenta bajo la forma de una pregunta y no de un árbol (genealógico) enraizado, sólido, que no hesita. Su trayecto prosigue en clave arqueológica. Pero la estación francesa depara hallazgos notables, en los que conviene dejarse caer, abandonarse –literalmente abandonarse– y sumergirse, para bucear allí lentamente. De hecho, lo mejor que puede pasarle a un lector de este libro es estar a pocos metros de una buena biblioteca..., porque querrá servirse algunos tesoros. 

Charles Sorel, el autor de La bibliothèque françoise, conocía el libro inglés (de Hall) pero no conocía su autoría. Y la obra basta (aunque no sobre). La historia de los conceptos hace su entrada y revela los sedimentos de la palabra en francés: carte alude al saber, al dominio, a tener cierto control sobre los asuntos. Un hombre que sabe la carte entiende el asunto, sabe lo que pasa en la Corte, lo que pasa en un sitio, esto se vuelve un tema de cultura política, incluso de gobierno. Sorel también buscaba "el primer mapa" inserto en una obra de ficción francesa y lo ubica en 1654 (el "Mapa de Tierno", en Clélie, histoire romana, donde la invención del mapa –que es una verdadera maravilla– es contado por el propio narrador, Celerio, pp. 96 y 101) y donde lo que todos esperan es el trazado de un camino, que llegará por carta (lettre). En este capítulo, posiblemente por la enorme familiaridad que el autor tiene con esta literatura, Chartier es menos generoso en referencias para lo que Juan José Saer llamaba "el lector idiota"3 y, quizás sin proponérselo, cuenta con un auditorio erudito o al menos dispuesto a solucionar esas preguntas que nadie se atrevería a formular en voz alta delante de un experto por exponer descarnadamente su ignorancia. 

En esta etapa queda claro que la écfrasis, figura que el autor sencillamente venera, siempre se lleva el empate: "los discursos pueden pintar y las imágenes pueden narrar". Pero, el libro es sobre mapas, y es claro que "la imagen refleja lo que el discurso no ha sabido ni sabría decir [...] Es un suplemento, no una equivalencia" (112).

La arqueología sigue y Madeleinde de Scudéry, resulta que lo sospechábamos, tampoco fue la primera en plasmar en un mapa "un recorrido del corazón o del alma" (113). El primer volumen de las Obras espirituales del primer carmelita descalzo Juan de la Cruz, publicado en París en 1641 la precede. Subida al Monte Carmelo Noche Oscura del Alma (1584 y 1585) se imprimieron por primera vez en 1618 incluyendo la representación cartográfica de la subida del monte (114). ¿Lo sabía la Scudéry? Paul Zumthor4 lo niega y Chartier dice que saber si ella o algún asiduo de su salón lo conocía es "una duda imposible de resolver" (120). 

La penúltima parte del libro, "Querellas de prioridad" reserva un espacio para el Sorel arqueólogo (o genealogista) del que se sirve y al que restaura. Muchas cosas importan de esta última etapa, y las palmas se las lleva la mención al "mapa de los lugares apropiados para hacer obsequios a diez leguas a la redonda" que no fue editado en ninguna edición de la obra que lo menciona. El "mapa del Reino de Coquetería" (mapa 27 en el libro, editado en París en 1655 inserto en la Histoire du temps...) propone una traducción visual del desembarco a esa "isla que todavía no había sido descubierta y aún no está marcada en las cartas náuticas" (130). 

Pero por supuesto, y no cabría esperar menos a estas alturas de la obra, ninguno de todos estos habría sido "el primero" de los mapas, distinción que (quizás) cupiera solamente a la edición veneciana de Orlando furioso "corregida por Ruscelli y publicada por Valgrisi en 1556" (145). Chartier afirma que, de esta manera, su editor añade a la obra una de las obsesiones del autor en su propio tiempo, puesto que "...la familiaridad de Ariosto con los mapas de su tiempo fue una de las matrices de su imaginación poética" (150) de la misma manera que la fascinación del editor por los mapas hizo buena parte de la tarea. Estos mapas, asegura Chartier, fueron "el motivo del éxito de la edición de Vincenzo Valgrisi" y todas las reediciones publicadas por él mismo más adelante (acá no parece haber problemas de costos) lo incluyeron. 

Si la querella de la primacía parecía resuelta, nuestro autor, como un arqueólogo entusiasta, guardaba un hueso en la manga. Y uno mayúsculo. Petrarca. En 1525, la edición de Alessandro Vellutello no solo introdujo una "vida" de Petrarca, "sino también un mapa" (151). 

"Posibles, probables, estas filiaciones no son seguras. Tal vez haya que preferir a ellas los parentescos morfológicos que hacen imaginar elecciones similares" (157). La certeza genealógica deja lugar, como anticipábamos, a la sugerencia arqueológica. Incorporar mapas en las fábulas no era algo evidente. Conectar sus inclusiones, tampoco es fácil. O al menos, después de investigar y de hilar bastante fino, Chartier prefiere mantener cierta prudencia. Y por eso lo hago repetir: conexiones probables, no seguras.

Esta edición argentino-española de Ampersand sale casi al mismo tiempo que el original francés, publicado por el College de France –que, a su vez, lo hizo simultáneamente en papel y en versión electrónica de acceso abierto bajo un título que traducido de manera literal es Mapas y ficciones–.5 La editora argentina lo publicó en un formato más pequeño (acomodado a posibilidades técnicas de impresión que favorecen mantener costos razonables, algo que también preocupaba a los editores de la edad moderna

,6 pero no resignó los mapas a color. El lomo, a la anglosajona, se deja leer mejor si el libro está sobre la mesa que en un estante de librería. Una razón tan absurda como en este caso poderosa para tomar cartas en ese tránsito y tener sobre el propio escritorio esta magnífica obra.

1 Aunque también existen y le interesan las cartografías de lugares reales donde ocurren ficciones. 

2 Al respecto, véase mi comentario sobre cómo los ingleses "coloreaban" Malvinas en sus mapas antes de haber desembarcado jamás en ellas: D. G. Barriera "Malvinas: de periferia del mundo conocido a centro de una disputa global (1758-1767)", en Investigaciones y Ensayos, 69, 2020:https://iye.anh.org.ar/index.php/iye/article/view/195/385

3 Juan José Saer, El río sin orillas, Alianza, Buenos Aires, 1991: 48.

4 "La carta de Tendre", p. 269. 

6 Henri-Jean Martin y Roger Chartier, Histoire de l'édition française, Promodys, París, 1984, pássim., Cartografías, pp. 87 y 157-158.




RESEÑAS CORRESPONDIENTES AL NÚMERO 38 - ISSN 1851-9504
Todas las reseñas fueron sometidas a referato y edición

Fecha de publicación: jueves 3 de novimebre de 2022

CAMMAROTA, Adrián Malas maestras: educación, género y conflicto en el sistema escolar argentino, Grupo Editor Universitario, Buenos Aires, 2021, 98 pp. ISBN 978-987-8308-63-0. 

Laura G. Rodríguez
(CONICET/IdIHCS/UNLP)
lau.g.rodrig@gmail.com

El interesante y reciente libro de Adrián Cammarota se ha publicado en una colección de divulgación. De manera más amplia, busca contribuir a problematizar una “imagen idealizada sobre el sistema de enseñanza del pasado”, pensado como una “edad de oro de la educación” por oposición a un presente de permanente “crisis educativa”. Para elaborarlo utiliza un informe de inspección y expedientes sumariales iniciados en distintas escuelas del país, que actualmente se encuentran en el Archivo Intermedio de la Nación. 
El trabajo se inscribe en una larga tradición de estudios que se han detenido en analizar la identidad de las maestras y la feminización del magisterio en distintas épocas y espacios provinciales (Yannoulas, 1996; Morgade, 1997; Lionetti, 2007; Billorou, 2016; Rodríguez, 2021); y más específicamente, abreva en investigaciones que prestaron atención a los sumarios realizados a maestras (Fiorucci, 2013; Caldo, 2019; Ferreyra, 2021). El libro además, dialoga con la historia del trabajo y la historia social de la educación con perspectiva de género. 
El autor plantea como hipótesis general que los escenarios en pugna ponían en tensión los valores sostenidos por el magisterio y la dimensión simbólica de la escuela. El presente texto contiene cuatro capítulos, uno introductorio acerca del Estado, el magisterio y la educación común; los dos siguientes desarrollan los casos de sumarios realizados a ocho maestras y el último se refiere a la maestra normal y médica Elvira Rawson y su trabajo como inspectora. 
En esta reseña, nos detendremos en el comentario de los tres últimos capítulos, que resultan los más originales de su investigación. En el segundo capítulo se describen tres casos sucedidos en las primeras décadas del siglo XX en el Territorio Nacional de Río Negro, y las provincias de Salta y Tucumán. El primero es sobre un matrimonio donde los dos habían sido nombrados directores, ella de la escuela de niñas y él en la de varones. En 1905 la directora fue acusada de no dar clases ni encargarse de la dirección porque en ese tiempo se ocupaba de sus hijos. Debido a sus reiteradas ausencias, los padres habían inscripto a sus niños en la escuela de la congregación salesiana, lo que provocó la clausura del establecimiento público, al quedar prácticamente vacío.  En su defensa, la directora negó los cargos y explicó que el verdadero motivo de la baja en la concurrencia de los alumnos, era que los padres preferían aquella institución católica, antes que la fiscal. 
En la pequeña escuela de Río Blanco en Salta, en 1913, la directora también fue acusada de no ocuparse de la escuela y pasarse la mayor parte del tiempo entregada a darle el pecho a su bebé, atender a sus otros hijos, y a los quehaceres domésticos, causando la deserción de los niños. En referencia a estas dos situaciones, bastante similares, el autor añade que los médicos de la provincia de Buenos Aires señalaban como un problema la presencia en las escuelas de docentes jóvenes. Según explicaban, las mujeres tenían una mayor facilidad para enfermarse o sentirse indispuestas que los varones y si eran casadas, faltaban tres veces más que las solteras. El inconveniente era que anualmente crecía el número de maestras casadas, las licencias por maternidad aumentaban y esto significaba un alto gravamen presupuestario para la provincia y una situación perjudicial para sus hijos que permanecían alejados de la madre, alimentados con leche artificial o cuidados por sirvientas inexpertas.  
En otro registro, el autor menciona lo sucedido en una escuela rural de San Juan, donde había corrido el rumor que tres maestras llegaban sistemáticamente tarde porque andaban con hombres la noche anterior, aunque ellas argumentaban que las tardanzas se debían a que viajaban diariamente en auto desde la capital para ir a la escuela. Más allá de cuál era la causa de la impuntualidad, esta situación ponía en primer plano el rol que tenían los rumores acerca del comportamiento sexual de las mujeres, y lo fácil que resultaba desprestigiar su reputación.
En el tercer capítulo se presentan los casos ocurridos en 1919, 1921 y 1935 en la provincia de Mendoza y los Territorios Nacionales de Chubut y Río Negro. En el primer sumario, una maestra fue señalada de anarquista por haber participado de las huelgas del magisterio de ese año, aunque también por conducta inmoral, ya que era madre soltera de una beba, negándose, ante el requerimiento, a brindar información sobre el padre biológico. La segunda situación se dio con una maestra, cuyo hermano denunció que había sido acosada por el director, que estaba casado, con comentarios y propuestas amorosas indecorosas, mientras él se defendía diciendo que aquellas eran fantasías típicas de una mujer solterona.  Al parecer, los argumentos del director resultaban creíbles y las autoridades no hicieron nada respecto a esta acusación puntual, por lo que ella decidió renunciar a su cargo. El último caso tuvo de protagonista a una maestra abandonada por su esposo y con dos hijos, que, a poco de jubilarse, fue trasladada por el director a otra escuela cuya ubicación, más lejos de su domicilio, la obligaba a viajar diariamente. El director se justificó ante las autoridades diciendo que ella era una mujer de mala vida e inmoral, a causa de estar separada de su legítimo marido. Luego de interponer varias quejas, la maestra consiguió que la nombraran en una escuela cercana a su hogar, aunque la conducta arbitraria del director para con ella y otros maestros, no había merecido ninguna sanción. Como señala el autor, las vidas de estas maestras tenían en común que habían sido cuestionadas en su vida íntima, en tanto eran mujeres que se encontraban solas afectivamente. 
El último capítulo versa sobre la maestra y tercera médica recibida en el país, Elvira Rawson de Dellepiane. Era inspectora del Departamento Nacional de Higiene e inspectora del Cuerpo Médico Escolar (1919-1934). En 1924 fue una de las primeras mujeres -desde 1881- en asumir como vocal del Consejo Nacional de Educación. Como parte de sus funciones, el vicepresidente del Consejo le encomendó realizar un viaje de inspección a los Territorios Nacionales de Río Negro, Chubut y Santa Cruz. Elvira pidió permiso para que su hijo la acompañara, como compañía segura para una mujer sola, y con el propósito de que actuara de secretario. Durante 37 días llegó a fiscalizar 43 escuelas. De todos los establecimientos que visitó, solo uno mereció su elogio, ya que en el resto los edificios eran completamente inadecuados, se adeudaban sueldos, el pago de viáticos, y los nombramientos y ascensos estaban demorados. Respecto a las maestras, creía necesario que el Estado les asegurase una vivienda, ya que, ante esa ausencia, estaban obligadas a alquilar una pensión o una pieza en casas miserables, y se gastaban con ello una buena parte del sueldo. Señalaba que se había enterado de varios sumarios realizados contra maestros varones por atentados a la moral, siendo la causa, según su parecer, la designación de hombres jóvenes solos en escuelas mixtas donde concurrían niñas de hasta 14 años, blanco fácil, dejaba entrever, para los abusos. Indicaba que resultaba necesario designar varones casados o directoras mujeres, y que se considerara nombrar a maestros de la región, y no siempre oriundos de Buenos Aires. Advertía, como lo habían hecho antes otros inspectores, del avance sin pausa de las escuelas salesianas en los territorios del sur. 
El viaje resultó una proeza que ningún funcionario varón había realizado hasta ese momento y su informe recibió el elogio de los demás inspectores de la zona. Sin embargo, aquel documento le valió las críticas de sus colegas del Consejo, quienes lo tildaron de exhibir un excesivo pesimismo sobre la situación escolar. Negaban que fuese tan calamitosa y creían exagerada la afirmación sobre los sumarios a maestros varones. En 1926 Elvira, en un escrito, defendió el contenido de su informe y presentó su renuncia, dado que sus iniciativas para mejorar el estado de cosas, habían sido sistemáticamente descalificadas. El autor concluye que las críticas realizadas por Elvira habían lastimado las sensibilidades profesionales masculinas y por ello, habían reaccionado contra su persona. 
En suma, lo que muestra de manera destacada el libro es la coexistencia de discursos contradictorios respecto a la presencia de la mujer en el mundo del trabajo y, en particular, en la docencia. Estos expedientes mostraban que el ámbito laboral se presentaba hostil para algunas de ellas, independientemente de las faltas que hubiesen cometido como profesionales: dos de las que habían cumplido el mandato de casarse y tener hijos, tuvieron serios problemas para compatibilizar los roles de madre y maestra, a lo que se le sumaba la opinión de los médicos, que consideraban que era mejor que las recién casadas evitaran ejercer como maestras, dado el alto costo de las licencias y la inconveniencia de que otros criaran a sus hijos. Las cuatro que eran solteras, fueron acusadas de promiscuas (tres) y una resultó víctima del acoso de su superior, sin encontrar ninguna autoridad que se hiciera cargo de la situación. Los dos últimos casos, de una madre soltera y una madre separada, resultaron juzgadas sin mayores miramientos. 
La figura de Elvira era diferente, ya que no se había limitado a ser maestra de niños pequeños, el oficio supuestamente natural para las mujeres, sino que había seguido la universidad y si bien estaba casada y tenía hijos, ejerció la profesión de inspectora médica, desafiando abiertamente las expectativas que debían cumplir las mujeres de su época. Por añadidura, osó cuestionar el trabajo de sus colegas varones. 
Recordemos que para esa misma época se inició el sumario más famoso que se erigió contra una maestra y que fue desarrollado en la novela La maestra normal (1914) de Manuel Gálvez, basado en un caso real sucedido en una Normal de la provincia de La Rioja. Ocurrió que una docente de la primaria fue seducida y abandonada por un colega de la misma institución y, sabiéndose embarazada, recurrió a un aborto. Las autoridades decidieron exonerarla a ella, es decir, dejarla sin trabajo y a él, trasladarlo a otra institución para que pudiera continuar con su carrera profesional. La novela generó muchas críticas entre los normalistas porque consideraban que Gálvez había instalado la idea de que todas las maestras de orígenes humildes eran propensas a comportarse de manera inmoral como la protagonista, cuestión que rechazaron de plano, asegurando que la gran mayoría tenía una conducta intachable.
De todo esto se desprende que la maestra, para poder ejercer y evitar ser juzgada moralmente, debía estar casada y con hijos, pero que no fuesen pequeños ni lactantes, por lo que debía iniciarse en la profesión recién cuando aquellos tuviesen una determinada edad. Asimismo, como he señalado en otro trabajo (Rodríguez, 2021), el haber pasado por la experiencia de la maternidad, era muy valorado por ciertos funcionarios que consideraban que su lugar natural era atender los Jardines y los primeros grados de la escuela primaria y dejar para los maestros los grados superiores, las escuelas de varones y los cargos directivos. De todos modos, nada parecía suficiente cuando se trataba de una mujer: la médica Elvira había logrado compatibilizar los roles de madre, esposa y profesional, llegando a ocupar uno de los más altos cargos de la burocracia educativa nacional, pero no pudo evitar que su trabajo fuese cuestionado. 
La pregunta que resta es sobre el contenido de los sumarios que se hacían a los maestros varones. Aquí se abre un interrogante interesante para plantear en el futuro, como es la comparación entre unos y otros. Tenemos algunos indicios, dados en el mismo libro, cuando el autor menciona un caso donde un maestro fue denunciado por su hermana por estar relacionado amorosamente con una prostituta, Elvira señala que existían sumarios contra maestros por abuso a las alumnas y el artículo de Ferreyra (2021) menciona que los expedientes que involucraron a maestros y directores, se iniciaron por haber utilizado un vocabulario impropio hacia las familias y debido a su actuación fuera del aula en los lugares de esparcimiento, despachos de bebidas o casas de juego. Parecería, pues, que para ellos también existió el imperativo moral de estar casado, en la suposición que solo la vida hogareña evitaba estas conductas desviadas de la norma, provocadas por el supuesto deseo sexual insatisfecho y la necesidad de concurrir a sitios de mala vida, con la ventaja que nadie opinaría sobre cómo ejercían la paternidad. 
De todos modos, es posible pensar que estos sumarios realizados a maestros y maestras eran una minoría en relación con el número de docentes en ejercicio que no recibían, a lo largo de sus carreras, alguna acusación formal, lo que sugiere la excepcionalidad de estas situaciones. Al mismo tiempo, la riqueza de estos documentos donde debía dejarse constancia de todas las voces de los protagonistas involucrados (docentes, autoridades, familias, vecinos), nos permiten identificar a los y las investigadores interesados en estos temas, los valores de género que circulaban en un espacio y época determinadas, como pocas fuentes escritas permiten hacerlo.  
En suma, este valioso libro nos interpela para pensar también el presente, advirtiendo que los problemas salariales, el mal estado de los edificios escolares y las arbitrariedades que las autoridades cometían contra algunos docentes, entre otras cuestiones, resultan identificables en la actualidad. Al contrario, gracias al avance de la legislación, el movimiento de mujeres y el feminismo en nuestro país, existe un contexto diferente que no permitiría, en teoría y a diferencia del pasado, hacer menciones negativas al estado civil o a la vida privada de algún maestro y menos aún, de una maestra. 

Bibliografía
Billorou, M. (2015). Mujeres que trabajan. Las maestras pampeanas en la primera mitad del siglo XX. Anuario Facultad de Ciencias Humanas, (12), 1-18 Disponible en http://dx.doi.org/10.19137/an1201 - ISSN 2314-398
Ferreyra, G. V. (2021). La palabra de los otros: maestras denunciadas en las escuelas primarias fiscales durante la segunda mitad de la década del cuarenta. Prohistoria, año XXIV, Nº 36, pp. 1-25.
Fiorucci, F. (2013). La denuncia bajo el peronismo: El caso del campo escolar. Latin American Research Review, vol. 48 (1), 3-23.
Caldo, P. (2019). Entre amores clandestinos y cesantías. La maestra y el director, Argentina, 1920-1928. Géneros, (26), 145-163. 
Lionetti, L. (2007). La misión política de la escuela pública: educar al ciudadano de la república (1870-1916). Miño y Dávila.
Morgade, G. (1997). Mujeres en la educación. Género y docencia en la Argentina. Miño y Dávila.
Rodríguez, L. G. (2021). Maestros y maestras y la cuestión de género: planes de estudio, salarios y feminización (Argentina, 1870-1914). Descentrada. Revista interdisciplinaria de feminismos y género. Vol. 5, Nº 1, pp. 1-17.
Yannoulas, S. (1996). Educar: ¿una profesión de mujeres? La feminización del normalismo y la docencia 1870-1930. Kapelusz.




Fecha de publicación: sábado 22 de octubre de 2022

CARASSAI, Sebastián Lo que no sabemos de Malvinas. Las islas, su gente y nosotros antes de la guerra, Siglo XXI, 2022, 304 p. ISBN 978-987-801-143-1

Aldana Agrano 
Programa Malvinas y Atlántico Sur (@ProgramaMyas)
Facultad de Humanidades y Artes (FHyAr) - UNR (Universidad Nacional de Rosario) 

Las Malvinas son argentinas. Frase repetida incansablemente en ámbitos de toda índole donde se manifiesten exaltaciones referidas a la nacionalidad de este país. Pero, ¿qué hay detrás de estas palabras? ¿Cómo se construyeron los múltiples sentidos que las sustentan y las desbordan al mismo tiempo? Atravesada por la disputa de soberanía vigente entre Argentina y el Reino Unido sobre el archipiélago austral y sus espacios marítimos circundantes, la expresión fue cargándose de significaciones diversas que sufrieron una profunda conmoción con el estallido de la guerra de 1982 y continúan hasta el presente.
En un libro1 de reciente publicación, presentado como una síntesis de investigaciones previas sobre Malvinas, Federico Lorenz insiste sobre el cuestionamiento a una práctica consolidada en el debate público por la cual se considera que la investigación histórica referida a Malvinas debe quedar subordinada a la búsqueda de elementos que engrosen los argumentos jurídicos a favor del reclamo argentino. Frente a esto, impulsa la formulación de preguntas más complejas e incómodas que permitan escabullirse de la jaula que impone la defensa de la causa nacional y del mandato de la historia exclusivamente como instrumento para sostener la posición diplomática. Defiende la producción del conocimiento desde las ciencias sociales a partir de una mirada hermenéutica sobre las fuentes que permita elaborar interpretaciones amplias y realistas sobre los procesos históricos.
Además, explica que, en el presente, las ideas fuerza en torno a Malvinas están construidas a partir de dos acontecimientos claves de su historia: una usurpación en 1833 y una derrota militar en 1982. Estos hechos se convirtieron en los ejes que estructuran las interpretaciones sobre la cuestión y la causa nacional que involucran a las islas y su mar; dejando de lado problemáticas políticas, sociales, económicas, culturales igualmente relevantes para construir una historia larga de Malvinas. 
En línea con esas argumentaciones, Todo lo que no sabemos de Malvinas. Las islas, su gente y nosotros, de Sebastián Carassai, presenta varios elementos innovadores. Primeramente, porque se enfoca en un periodo histórico poco abordado por quienes deciden investigar sobre la historia de Malvinas. Lo que no sabemos son los matices y las contradicciones de los relatos dominantes, las expresiones populares, los conflictos y las conversaciones que emergieron entre las décadas de 1930 y 1982 sobre Malvinas. 
Por otro lado, ya el título contiene un actor esencial para complejizar las lecturas sobre el periodo: Su gente. La Resolución 2065 establecida por la ONU enmarca la disputa de soberanía entre Argentina y el Reino Unido en el principio jurídico de integridad territorial y descarta la posibilidad de ser abordada a partir del otro principio que estructuró los procesos de descolonización de la segunda mitad del siglo XX: la autodeterminación de los pueblos. Este argumento se sostiene considerando que la población que habita en las islas Malvinas se conformó a partir de una implantación motorizada por la potencia colonizadora. A su vez, dicha resolución promueve una negociación bilateral, solamente atendiendo a los intereses de los isleños, más no a sus deseos. En ese marco, inicialmente tanto la cuestión diplomática como la consolidación de la causa nacional dejaron en un segundo plano a la población isleña. Sin embargo, en su libro Carassai se propone conocer la perspectiva de los isleños en los procesos estudiados, tener en cuenta las opiniones de la población local restituyendo sus voces a partir de las publicaciones de la prensa y su búsqueda por obtener mayores márgenes de autonomía política y económica al calor de los avances en las negociaciones diplomáticas de los años ‘60s y ‘70s. 
Sebastián Carassai es sociólogo y doctor en historia. En la introducción del libro relata una situación similar a la que han experimentado otros investigadores: mientras realizaba la pesquisa documental para su tesis doctoral anclada en la década de 1970, llamó su atención la publicación constante de notas periodísticas sobre Malvinas. Los procesos de “naturalización de la violencia” analizados en Los años setenta de la gente común2 fueron el puntapié inicial para el desarrollo de esta nueva investigación la cual, no obstante esto, excede el periodo e involucra otros actores y diversas escalas de análisis. El autor deja entrever cierta inclinación por enfocarse en aquellos grupos sociales que no suelen ser los protagonistas de las historias más contadas. Si en su tesis estudia las clases medias que no se involucraron directamente con los acontecimientos políticos y sociales más relevantes de los años 70 en Argentina, en este nuevo trabajo se concentra en investigar sobre relatos e impresiones poco difundidas sobre la cuestión y la causa Malvinas. Muestra de ello lo es también la utilización de letras de canciones como fuentes para analizar canales populares de circulación de nociones sobre la temática. 
Por otra parte, el autor presenta un recorrido breve y conciso de los argumentos históricos que esgrimen Argentina por un lado, y el Reino Unido por el otro, para la defensa de su propia posición, en la disputa por la soberanía sobre el archipiélago malvinense y sus espacios marítimos. Anuncia que decidió utilizar los nombres de los lugares que menciona basándose en la toponimia propia de uso corriente en cada población analizada. Considera necesarias estas decisiones metodológicas para mostrar las miradas tanto de los argentinos como de los isleños. Estas propuestas se evidencian superadoras de las críticas que formula Lorenz sobre cierta obligación de los investigadores de realizar una “profesión de fe”3 sobre la propia posición personal al respecto del conflicto soberano reivindicando la defensa de los argumentos argentinos. En palabras de Carassai “[…] no es este un libro destinado a intervenir en el terreno jurídico, si no a indagar en la historia reciente de las islas, con un énfasis particular en la relación entre isleños y argentinos, y, a mi juicio, ese ejercicio es más fructífero si se conocen los argumentos históricos de ambas partes.” (p. 19)
En su conjunto, el libro aborda las representaciones que circulaban en las islas y el continente sobre la cuestión diplomática, la historia, la población, la vida cotidiana a ambos lados del océano. El primer capítulo “Viajeros (1937-1971)” recupera los relatos de quienes tuvieron la posibilidad de viajar a las islas y publicar sus historias. Abogados, periodistas, religiosos, ingenieros contribuyeron a conformar las imágenes que circulaban en Argentina sobre la realidad poco conocida que allí transcurría. Si bien predominaban expresiones de deseo que incentivaban la construcción de la causa nacional por la recuperación de la soberanía, el autor enfatiza en las descripciones de quienes introducían matices y dudas sobre un desenlace del conflicto favorable a Argentina. 
En el segundo capítulo “Isleños (1960-1971)” Carassai se enfoca en las posiciones que adoptaba la población de las islas frente a los principales problemas de la época: económicos, políticos y humanos. Rastrea publicaciones en la prensa, libros, informes técnicos que dan cuenta de la incertidumbre que atravesaban los isleños en relación a su situación actual y futura frente al avance de las conversaciones entre Argentina y el Reino Unido. 
Comunicaciones (1971-1982)” se titula el tercer y más extenso capítulo en el cual el autor analiza diferentes facetas de las relaciones entre argentinos, ingleses e isleños a partir de la Declaración Conjunta que firmaron en 1971 los gobiernos en disputa para favorecer los intercambios entre Malvinas y el continente. En esta sección recorre los efectos de lo que denomina la política bifronte sobre las formas en las que los gobiernos argentinos accionaron sobre la cuestión Malvinas en el plano internacional, nacional y en el vínculo con los isleños. 
Es importante valorar el caudal de fotografías que Carassai tuvo a disposición para publicar y que dan cuenta del clima social de la época. Un hilo conductor recorre los apartados: cómo va creciendo en la opinión pública argentina una visión optimista de un futuro cercano de recuperación de la soberanía. Y, a su vez, cómo eso solo generaba mayor desconfianza e incertidumbre entre los isleños. Aporta nuevos elementos para evitar la mirada teleológica y simplista de que la guerra solo fue un intento desesperado de la última dictadura para perpetrarse en el poder. Recupera las representaciones y sensaciones sobre la causa nacional que crecieron con el avance de la cuestión diplomática y alimentaron discursos públicos a favor de la intervención armada. 
Cantores (1941-1982)” es el capítulo cuarto que dedica a analizar las letras de las canciones folklóricas registradas en SADAIC que hacían referencia a Malvinas para echar luz sobre una faceta más popular de sus representaciones. Recupera los imaginarios que circulaban en las expresiones culturales que contribuían a conformar lo que el autor denomina una comunidad emocional en torno a Malvinas. 
Ya sobre el final, para el Epílogo Carassai elige una expresión de un periodista británico que visitó las islas luego de la guerra de 1982: “Solo el viento es el mismo”. A partir de esta frase, presenta las principales transformaciones acaecidas durante la posguerra y evidencia las dificultades que persisten hasta hoy para recomponer lazos sociales y políticos entre argentinos e isleños. Mediante un formato etnográfico, describe anécdotas y entrevistas realizadas durante su viaje a Malvinas en 2017 transmitiendo las sensaciones personales de familiaridad y extrañeza que le generaron esos encuentros. 
Con todo, este libro, de lectura amena y atrapante, trae un recorrido novedoso sobre un periodo clave de la historia argentina para encontrarnos con todo eso que no sabemos, o que algunos quizás preferirían no recordar, sobre Malvinas. Abre el juego para formular otras preguntas, profundizar las reflexiones y aportar miradas más densas a una problemática tan inagotable como convocante. 

1 LORENZ, Federico Malvinas. Historia, conflictos, perspectivas, Editorial SB, 2022, 148 p.

2 CARASSAI, Sebastián Los años setenta de la gente común. La naturalización de la violencia, Siglo XXI, 2013, 336 p. 

3 LORENZ, Federico Malvinas. Historia, conflictos, perspectivas, Editorial SB, 2022, p. 26. 


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GAUDIN, Guillaume y STUMPF, Roberta –editores–, Las distancias en el gobierno de los Imperios Ibéricos. Concepciones, experiencias y vínculos, Casa de Velázquez, Madrid, 2022, 308 pp. ISBN 978-84-9096-344-9

Sergio Angeli
CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas)
PROHAL (Programa de Historia de América Latina) – Instituto de Historia Argentina y americana “Dr. Emilio Ravignani”, Universidad de Buenos Aires - Facultad de Filosofía y Letras


El libro cuya reseña presentamos es la conclusión de un proyecto de investigación iniciado en el año 2016 que llevó por título, Vencer la distancia. A partir de ese momento, se fueron desarrollando una gran cantidad de encuentros y publicaciones de sus integrantes que dieron cuenta de los avances intermedios del proyecto en cuestión. Durante el año 2019 se realizó un seminario itinerante en donde confluyeron los autores de la obra que reseñamos, para debatir y presentar sus escritos. 
Aquel trabajo colectivo se refleja en este libro: 
Las distancias en el gobierno de los Imperios Ibéricos. Concepciones, experiencias y vínculos que reúne, en formato de artículos, las investigaciones presentadas en aquellos simposios. 
El texto se centra en los espacios que portugueses y castellanos conquistaron, tanto en América como en Asia, en un largo período que va del siglo XVI al XVIII. Ilustra espacios fragmentados, periféricos sobre todo, en donde las distancias se incrementaron por las malas y lentas comunicaciones de la época. 
Tomando el espacio geográfico como espacio social, los editores detallan, en su extensa Introducción, la forma en que las epidemias acaecidas a lo largo de la historia fueron un claro fenómeno de la interconexión humana a nivel global. La crisis epidemiológica del covid-19 les sirve como ventana para poder pensar de qué manera el acortamiento de las distancias también generaba la dispersión de enfermedades y pestes a escala planetaria. Por otro lado, hipotetizan cómo las autoridades de las unidades políticas, en cada momento histórico, se vieron cuestionadas por su accionar frente a las pandemias que se esparcieron sin respetar fronteras, clases sociales o niveles económicos de los afectados. El “choque microbiano”, que se produjo a partir de la conquista y colonización de América en el siglo XV, es utilizado para pensar las formas que adoptaron, en los albores del Mundo Moderno, el comercio, la navegación y los viajes intercontinentales. 
El libro intenta ir más allá de la distancia social que generan los espacios geográficos. Es también una herramienta útil para pensar las distancias entre los poderes centrales y locales, entre la sanción de leyes y su aplicación en los territorios ultramarinos, entre la necesaria comunicación y sus tortuosas respuestas a través de los correos marítimos, etc. Se busca comprender cómo actuaron aquellos agentes de los primeros Imperios planetarios en la resolución de los problemas que los acuciaban diariamente, y para los que las comunicaciones, no eran ni rápidas ni seguras. Es la puesta a prueba de cómo se pudieron gobernar extensas tierras con infinidad de gentes en espacios tan distantes.
Tres ideas-fuerza guían las reflexiones de los participantes de la obra colectiva. La primera, se posiciona en cuestionar la distancia como mera referencia métrica o temporal. En segundo lugar, se intenta pensar de qué manera aquella “distancia” fue un elemento articulador a la hora de tomar medidas de gobierno efectivas para los espacios imperiales. Por último, se reflexiona sobre la categoría imperial y la necesidad de las conexiones oceánicas para la gobernabilidad temporal.
Dividido en cuatro grandes apartados, cada uno de ellos cuenta con escritos de tinte más historiográficos o basados en investigaciones inéditas en base al trabajo archivístico. El resultado es un “caleidoscopio”, en palabras de los editores, que manifiesta diversas vertientes de análisis y puntos de vista teóricos e historiográficos divergentes.
El primer apartado se denomina “Pensar y concebir la distancia”, integrado por cuatro presentaciones, que buscan reflexionar sobre los conceptos epocales de la distancia y el accionar in situ de diversos actores. El primer artículo, de João Paulo Pimenta, “Pensar e conceber a distancia. Uma reflexâo acerca dos espaços-tempo dos impérios ibéricos (século XV-XIX)”, funge de aparato crítico e historiográfico para comprender, en la larga duración, cómo se concibieron los espacios-tiempos de ambos Imperios, el hispano y el luso. Adma Muhana e Iris Kantor, reflexionan en “Quando o padre António Vieira diz a distancia”, los conceptos que el religioso y misionero utilizó en sus comunicaciones, a fin de comprender las múltiples distancias que debió atravesar en su labor misional en el Maranhão brasilero del siglo XVII. Por otro lado, un alejado y aislado archipiélago, carente de recursos naturales o minerales, en pleno Océano Atlántico austral, es el objeto de análisis de Darío Barriera en “Tan lejos de todo, y todo lo contrario. Distancias y políticas de las distancias en torno al archipiélago malvinense (1750-1768)”, donde el autor pone de manifiesto las intensas resignificaciones del concepto a la luz de los conflictos geopolíticos durante el reinado del monarca castellano Carlos III de Borbón. Por último, Nivia Pombo en “Segredos coloniais sob o controle do rei. A reforma dos correios en Portugal e no ultramar em finais do século XVIII: modelos, resistencias e limites”, describe la necesidad que tuvo el Imperio lusitano durante el siglo XVIII de aceitar las comunicaciones marítimas y terrestres de sus correos imperiales a través del análisis de las reformas del estadista portugués Rodrigo de Sousa Coutinho.
El segundo gran apartado, “Experimentar la distancia”, intenta vislumbrar cómo fue vivida, transitada y experimentada la distancia por diferentes actores locales. En su certero capítulo introductorio “Experimentar a distância”, María Fernanda Bicalho, con lucidez y destreza, reflexiona el tema de la distancia a partir del análisis de las prácticas y la experiencia de ciertos agentes de la monarquía en territorios remotos y aislados, demostrando cómo circularon y transitaron por el imperio un sinfín de oficiales reales (y religiosos) que gracias a sus conocimientos y trayectorias en los espacios ultramarinos luego fueron incorporados a los órganos centrales de la corona portuguesa para aplicar su saber local en el asesoramiento del monarca lusitano. Jean-Paul Zúñiga, en “La tiranía del terreno. Territorialización, comunicaciones y administración en la América hispánica (siglos XVII y XVIII)”, utiliza los relatos del franciscano Alberto Enríquez en su desplazamiento por parte de la América española, ejemplificando así el estado de los territorios entre Zacatecas y Lima, en un Imperio con densas redes de comunicación, aunque lentas, incompletas, fragmentadas y peligrosas. En “Apascentar ovelhas espalhadas e distantes. As visitas pastorais como instrumento do governo episcopal na américa portugusa (século XVI e XVIII), Evergton Sales Souza y Bruno Feitler, se adentran en la tarea de los obispos del Brasil para intentar recorrer sus diócesis, venciendo la dificultad de los enormes desplazamientos que conllevaba dicha tarea en un terreno hostil y mal comunicado. Por último, Graça Almeida Borges, en “Experiência e prácticas gobernativas num imperio de distâncias. A carreira de Jerónimo de Azevedo (século XVI e XVII)”, sigue el derrotero del noble portugués Azevedo, quien supo ocupar diferentes cargos en el Estado da India, llegando al nombramiento de virrey entre 1612 y 1617. Su experiencia, militar más que nada, fue su principal capital simbólico, aunque el mismo rey Felipe II estuvo muy preocupado por su actuación virulenta y apartada de los preceptos de justicia, que tanto importaban al monarca católico. Un claro ejemplo de cómo, pese a las enormes distancias, las actuaciones de los diferentes oficiales reales llegaban a la corte y a oídos del propio monarca.
En la tercera sección del libro, “Acciones y representaciones políticas en los espacios imperiales”, Thomas Calvo inicia el apartado con su trabajo “La omnipresencia de un rey ausente”, intentando analizar cómo la ausencia de la figura real en los territorios ultramarinos fue un obstáculo asimilable a la distancia física que separaba los espacios del orbe indiano. Para solucionar esa ausencia ficta, los sermones, los símbolos reales, las manifestaciones artísticas, como otra variopinta gama de recursos, hicieron posible hacer presente a un monarca ausente, intentando “domesticar la distancia” en palabras del autor. En “O ideal de bom governo e os instrumentos de controle do oficialato portugués. Goiás, segunda metade do século XVIII”, Roberta Stumpf demuestra de qué manera, en zonas tan periféricas como la capitanía de Goiás, la corona portuguesa ejerció un férreo control y vigilancia de sus oficiales reales durante el siglo XVIII, venciendo toda distancia física en pos de mantener el ideal imperial de buena conducta de sus agentes. Finalmente, Arrigo Amadori analiza en “La procuraduría de Buenos Aires en la corte. Representación política, comunicación y experiencia de las distancias entre 1580 y 1625”, la multiplicidad de canales de comunicación que tuvo una ciudad alejada y con escasa significación política, como fue Buenos Aires a fines del siglo XVI y principios del siglo XVII, logrando manifestar sus intereses ante la corte y el Consejo de Indias, mediante una aceitada red de procuradores y hombres de negocios, que se sumaban a la copiosa correspondencia que enviaba el Cabildo porteño hacia la metrópoli.
Vínculos y mecanismos para mantener la comunicación” es la cuarta y última sección del libro. El destacado Michel Bertrand inicia el apartado con un notable trabajo intitulado “A pesar de la distancia. Lazos, vínculos y sistemas relacionales en un contexto imperial”, en donde reflexiona cómo las redes relacionales de los agentes pudo haber servido para lograr cohesionar y estructurar el funcionamiento imperial, tanto o más que las órdenes emanadas de los centros de poder. Continuando en la misma perspectiva, Caroline Cunill cavila en “´Como el Real Consejo de Vuestra Majestad está tan distante de esta tierra´: Escribanos y papeles en disputa en el Yucatán del siglo XVI”, el rol que les cupo a los escribanos en la confección y transmisión de los documentos yucatecos, para luego centrar su pesquisa en las redes sociales que tejieron el secretario de gobernación y el escribano de cabildo a partir de las disputas que ambos supieron tener para definir y preservar sus prerrogativas en el control de los documentos de la gobernación del Yucatán del siglo XVI. Cierra la sección Arthur Curvelo en “Governar à distancia nas capitanías de América portuguesa. Comunicações políticas entre gobernadores e autoridades locais (Pernambuco, século XVII e XVIII)” investigando la centralidad que tuvo la comunicación política entre las autoridades locales a fin de mantener aceitados los vínculos comarcales con las esferas más distantes del gobierno de la región de Pernambuco.
Concluye la obra colectiva un audaz Epílogo de Jean-Pierre Dedieu titulado “La distancia, factor vertebrador de la Monarquía Española y del Imperio Chino. Las virtudes de la historia comparada”, en donde intenta exponer, en perspectiva de posible comparación, la manera en que ambas esferas imperiales buscaron enfrentarse al problema de la distancia a partir de sus propias particularidades, a sabiendas de la distancia que separa los mundos que intenta conectar.
Mirado en su integridad, Las distancias en el gobierno de los Imperios Ibéricos es un libro que abre perspectivas de reflexión teórica y también de estudios de caso, que permite adentrarse en facetas poco estudiadas y en relaciones hasta ahora no investigadas, generando un espacio novedoso para continuar explorando aquellos imperios globales que introdujo la conquista y colonización de un orbe que hasta el siglo XV gozaba de muchas más libertades de las que a partir de entonces se anudarán. 
La confección del ejemplar, con artículos en lengua portuguesa y castellana, tiene la ventaja de respetar las ideas de sus autores sin la mediación de la traducción, aunque también genera una enorme “distancia” para aquellos que no puedan comprender alguno de ambos idiomas. La riqueza del texto en su conjunto quedará por tanto fragmentada, opacando el enorme aporte que esta publicación significa. 
Fray Toribio de Benavante, el conocido Motolinía, escribió en el siglo XVI: “Una tierra tan grande y remota y apartada, no se puede desde lejos gobernar”. Quién rescata la frase, y dedica un apartado a reflexionar sobre los problemas de la distancia en la confección, circulación y aplicación de las leyes y autos de gobierno en América, fue Víctor Tau Anzoátegui en su trascendental obra Casuismo y sistema: Indagación histórica sobre el espíritu del Derecho Indiano  [1992]. Llama la atención la ausencia de sus aportes a lo largo de los diferentes escritos aquí compilados. Sirvan estas breves líneas finales en su homenaje, a quién supo ser un referente en el acortamiento de las distancias disciplinares en el año de su distanciamiento físico entre nosotros.

                                                                                       §

Fecha de publicación: jueves 6 de octubre de 2022



GONZÁLEZ DÍAZ, Soledad, MARTÍNEZ MELLADO, Víctor y URBINA ARAYA Simón Puerto del Hambre. Más allá de la leyenda, Universidad Austral de Chile y Universidad Bernardo O´Higgins, Santiago de Chile, 2022, 80 pp. ISBN 978-956-410-276-4.

Josefina Artusa 
Universidad Nacional de Rosario (UNR), Argentina

Un nombre puede ser una expresión de deseo o un destino. El libro del que trata esta reseña cuenta la historia de la ciudad que en el siglo XVI fue nombrada como Puerto del Hambre, pero que años anteriores había sido fundada bajo el prometedor nombre de Rey Don Felipe en un intento, al final fallido, por colonizar en clave hispánica una región del Estrecho de Magallanes, con el navegante Pedro Sarmiento de Gamboa a la cabeza. Puerto del Hambre. Más allá de la leyenda es una obra llevada adelante por un equipo interdisciplinar de la Universidad Austral de Chile y Bernardo O´Higgins, entre quienes se cuentan la historiadora Soledad González Díaz, el diseñador infografista Víctor Martínez Mellado y el arqueólogo Simón Urbina Araya. Posee un original estilo narrativo y modo de organización y presentación de la información; y una variedad de recursos explicativos la componen. Resulta, por ejemplo, innovadora la estrategia de apelar a ilustraciones informativas, a cargo de Victoria Urenda Montenegro. Además se destaca la colaboración del Parque de Magallanes y del Centro Nacional de Conservación y Restauración chileno.


El libro está dividido en cuatro apartados, cuyos elocuentes y poéticos títulos ya adelantan algo de las historias que se cuentan: El comienzo, Desencuentros, Puerto del Hambre, El pasado retorna. A su vez cada apartado inicia con interrogantes que sirven como guías para realizar una lectura consciente, además de presentar explícitamente las preguntas que se formularon les investigadores. 


De la historia de ese específico intento de colonización y de su frustración, de las posibilidades que hubiera tenido y de las huellas que dejó trata este libro. Entre las fuentes seleccionadas se cuentan los análisis arqueológicos realizados en el sitio ubicado en el Parque de Magallanes, donde fueron encontrados los restos de la ciudadela, y documentos históricos como las crónicas de Sarmiento de Gamboa, relaciones e inventarios de los suministros que llevaban las naves en la travesía oceánica. El equipo de especialistas se detiene sobre todo en las condiciones urbanísticas del sitio y las historias tejidas alrededor del infortunado plan de Sarmiento de Gamboa.

Otras fuentes analizadas e incluidas en el cuerpo del libro (incluso con aclaraciones, adaptaciones o datos de referencia que facilitan la lectura) son las fotografías de las excavaciones, un plano del siglo XVI y producciones literarias y artísticas sobre Puerto del Hambre.

A pesar de que a este hecho debe su fama, la historia del lugar y su entorno es más densa y compleja que el intento fallido de colonización hispánica. Inicia con la llegada de los primeros grupos humanos al Estrecho, once mil años atrás. En un intento por presentar el dinámico escenario en que se instalaron los primeros habitantes que llegaron a Magallanes son analizados sitios arqueológicos que evidencian la milenaria ocupación de grupos humanos, patrones de asentamiento y organización, hábitos alimenticios y de sustento material de estas comunidades cazadoras- recolectoras, que habitaron en las costas australes del Pacífico y en la actual Patagonia, combinando un estilo de vida de mar y tierra.

Para el siglo XVI, en el contexto de expansión ultramarina europea y la concreción de la primera circunnavegación con el viaje de Hernando de Magallanes, la unión de los océanos abrió un nuevo horizonte para monarquías y expedicionarios. La corona española buscaba tener la exclusividad del control del paso interoceánico y las disputas geopolíticas con otras coronas fueron un aliciente para la idea de ocupar efectivamente, la parte más austral del continente americano. La misión recayó en Pedro Sarmiento de Gamboa, quien luego de un primero reconocimiento del lugar, regresó a España para conseguir financiamiento y logística. Fue nombrado gobernador y capitán general del Estrecho, estando a cargo de la Armada del Estrecho. En el libro se incluye un infograma acerca de la composición de la Armada del Estrecho, incluyendo dibujos, tipos de nave, cargos y el derrotero de cada una. Resulta una operativa manera de brindar información que resulta necesaria pero que no puede evitar datos objetivos y nombres propios. 

Sin embargo, la travesía, cuyos plan era cruzar el Atlántico hasta Brasil, abastecerse para luego seguir viaje hasta el sur, sufrió complicaciones a poco de zarpar: el clima, tormentas, vientos hicieron que muchas naves naufragaran o se desviaran, deserciones y muertes hicieron que sólo tres naves llegaran a destino recién en 1584, dos años y medio después de zarpar de Sanlúcar de Barramededa. Viaje jalonado de dificultades, éstas no se detuvieron al desembarcar, siendo las relaciones hostiles con los indígenas del Estrecho desde el primer momento.

Siguiendo la tradición hispánica, Sarmiento a poco de desembarcar fundó en Punta Dungennes la ciudad de Nombre de Jesús, esperando que fuera la primera de su gobernación y luego. Al norte de Santa Ana (sur de la actual Punta Arenas) funda la ciudad Rey Don Felipe, realizando todos los gestos políticos necesarios: nombró autoridades y jueces, organizó la traza urbana, el sitio para el cabildo y la iglesia, la fortificación, supervisó la construcción de casas para quienes serian los primeros vecinos. Sin embargo el crudo invierno, los vientos magallánicos, la hostilidad del clima, se cuentan para la autora entre los factores que impidieron la viabilidad de la ciudad, dando cuenta de que no alcanza sólo con la fundación y la traza sino que es necesario, sobre todo, que la ciudad administre su sustento. La autora utiliza la expresión gobernación de papel para referirse a la fragilidad de a los intentos de Sarmiento de fundar ciudades que den cuerpo a su potestad. 

Cuando el corsario inglés Tomás Cavendish desembarcó tres años después halló un desolador panorama y a la luz de los hechos rebautizó al lugar Puerto Del Hambre. Un sobreviviente de los ya sobrevivientes de Nombre De Jesús y Rey Don Felipe, miembro de la Armada del Estrecho, transmitió su historia, la angustia y desesperación de un grupo humano que no tenía ni qué comer. A partir de ese relato, que Cavendish dio a conocer, Puerto del Hambre se convirtió en un topónimo espectral, a decir de la autora. Se convirtió en una ciudad imaginada, que animó historias de dificultades y desventuras, que no podía ubicarse con precisión en el Estrecho.

Para el equipo encargado de esta investigación el punto en donde se cruzan la leyenda y la investigación histórica da un vuelco cuando Jesús Veiga Alonso, gerente de una compañía de seguros y vicecónsul de España en Punta Arenas, siguiendo el rastro de Sarmiento De Gamboa, encuentra en 1955 en la región un muro de piedra que correspondiera al altar de la iglesia de Don Felipe Rey. Las excavaciones evidenciaron sucesivas ocupaciones humanas, tanto indígenas como hispanas. Estuvieron a cargo el mismo Jesús Veiga, el arqueólogo Joseph Emperaire y el periodista Osvaldo Weggman, quien en 1960 publica la novela El Camino del Hambre, inaugurando de esta forma un camino de reconocimientos, entre los que se cuentan un monumento en el sitio arqueológico, una historieta en la revista infanto-juvenil chilena Mampato1 e incluso una producción audiovisual en formato miniserie titulada Puerto Hambre y dirigida por Marcelo Ferrari.2 Interesa destacar que el libro no sólo no deja de lado la narrativa épica que envuelve a Puerto Del Hambre , sino que la convierte en una variable más de análisis desde la cual construye la investigación científica, muchas veces ella misma animada por la curiosidad por cotejar aquello que las crónicas habían contado. La posibilidad de tomar en cuenta aquello que no prosperó, aquello que pudo haber sido y no fue, y los motivos de por qué no lo fue. Una forma de evitar que la historia siempre la escriban quienes ganan. 

Rosario, 17 de agosto de 2022, Rosario.

1 Mampato fue una publicación  una publicación chilena  dirigida al público infantil y juvenil, creada en 1968 por el dibujante Eduardo Armstrong Aldunate y publicada por editorial Lord Cochrane. Contaba con secciones dedicadas a la historia del arte e de la humanidad.

2 La serie, en formato película, actualmente se encuentra disponible en la plataforma Amazon Prime Video para Chile.


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RESEÑAS CORRESPONDIENTES AL NÚMERO 37 - ISSN 1851-9504
Todas las reseñas fueron sometidas a referato y edición

Fecha de publicación: lunes 15 de agosto de 2022
Los artículos correspondientes a cada número están publicados en nuestra plataforma OJS

WILLIAM ACREE, Fronteras en escena. La construcción de la cultura popular moderna en la Argentina y Uruguay, Prometeo Libros, Buenos Aires, 2021, 290 pp., traducción: William Acree y Emilia Ghelfi, ISBN 978-987-8331-96-6. 

Federico E. Suárez
Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF), Argentina. 
fesuarez@untref.edu.ar

El espectáculo montado por las piezas de temática rural en los circos criollos rioplatenses a finales del siglo XIX ha sido definido tradicionalmente como el origen del teatro “nacional” tanto en Argentina como en Uruguay. Esas primeras representaciones exhibidas en las carpas trashumantes fueron estudiadas primordialmente para explicar el posterior desenvolvimiento de los géneros teatrales populares a comienzos del siglo XX como una fase primitiva o rudimentaria de las teatralidades locales. William Acree ofrece un novedoso panorama acerca del surgimiento, desarrollo y declive de los dramas criollos centrado en las décadas de 1880 y 1890, con una perspectiva regional y transnacional. Su análisis de estos espectáculos pretende demostrar cómo el espíritu criollo expuesto en estos dramas –a través de la escenificación de la vida rural y la representación del gaucho– cristalizó en la formación de la cultura popular moderna rioplatense. 
La utilización del concepto de cultura popular sigue los lineamientos de Lawrence Levine, como bienes y productos culturales asequibles por partes amplias de la población, y atiende a la transversalidad de consumos culturales que atraviesan diferentes sectores sociales. En tal sentido, Acree considera que el “espíritu” o “sabor” criollo -en pocos pasajes utiliza el término criollismo- permeó diversos espacios de la sociedad y se constituyó como un fenómeno nativista, nostálgico y antimoderno acerca de la vida campera y las relaciones entre individuo/comunidad en el marco del proceso modernizador finisecular. Aunque retoma los argumentos trazados por Adolfo Prieto y, más recientemente, Ezequiel Adamovsky sobre las funciones de los relatos criollistas, Acree considera las resonancias de esta literatura allende de lo discursivo. La importancia de estos conceptos -cultura popular moderna y sabor/espíritu criollo- explica por qué el autor privilegia los dramas más exitosos según la recepción en la escena rioplatense y estudia primordialmente rasgos generales, con exiguo lugar para la especificidad del trazado de los personajes o las tramas de las obras. 
El análisis de Acree recupera elementos que rodearon a estos espectáculos para explorar qué implicaba concurrir a la representación de dramas criollos, con foco en las interacciones audiencia-artistas y sus efectos en otras esferas de la sociedad. Para ello, aborda aspectos como la formación y trayectoria de compañías y actores; las estrategias y canales de difusión utilizadas; y el impacto de las presentaciones plasmado por la prensa e intelectuales que atendieron al fenómeno (las referencias más recurrentes atañen a Ernesto Quesada, Samuel Blixen y Abdón Arozteguy). Esta reconstrucción del mundo del entretenimiento posee un amplio corpus documental que combina relatos memorísticos -de autores, directores, actores e intelectuales-; avisos y crónicas periodísticas -de distintos puntos de la campaña rioplatense-; anuncios publicitarios -de las obras y de productos que apelaban al criollismo como marcas de cigarrillos y yerba mate; y fotografías. El trabajo de archivo es un punto fuerte de esta investigación, con documentos recabados en distintos organismos e instituciones ubicados en Argentina y Uruguay. En un relato donde se cruzan narraciones autobiográficas, datos aportados por las salas teatrales y diarios locales, los avisos publicitarios y conferencias brindadas por intelectuales finiseculares, Acree nutre su análisis de un atractivo contraste de fuentes. 
Fronteras en escena no explora los dramas criollos como género teatral por sus formas o estructura interna, sino como espectáculo. La principal línea argumental del trabajo consiste en recomponer aspectos de su producción artística, ciertas formas de sociabilidad generadas a su alrededor y la recepción de estos dramas a través de su influencia sobre amplias esferas de la cotidianeidad popular. Para ello, repasa detalladamente cómo funcionaban los itinerarios circenses y su peso específico en el entretenimiento de las áreas rurales y urbanas en las últimas décadas del siglo XIX. El autor sostiene que los dramas criollos representaron la vida rural como frontera entre campo/ciudad y tradición/modernidad ante públicos que atravesaban las transformaciones económicas y culturales a finales de siglo.
Uno de los aportes más relevantes es el criterio regional para abordar las manifestaciones culturales que se desenvolvían en Buenos Aires, Montevideo, y localidades como Mercedes, Salto y San Nicolás. Si bien hablar de teatro rioplatense constituye un tropo común para los estudios del teatro, suele limitarse  a señalar el desempeño de autores y actores uruguayos en la escena porteña o las giras de compañías argentinas en Uruguay (esto puede reconocerse en trabajos de las décadas de 1940 y 1950, por caso, los de Luis Ordaz o Blas Raúl Gallo, como en otros muy posteriores, por ejemplo, las investigaciones de Osvaldo Pelletieri o Silvia Pellarolo). Sin embargo, Acree pone el acento en el carácter itinerante de las compañías en toda el área rioplatense y su recepción, considerando no sólo las capitales sino pueblos y localidades de campaña en ambas orillas donde se desarrollaron estos espectáculos. Así, describe la circulación de este producto cultural y las sociabilidades despertadas por el género más allá de las grandes urbes y las fronteras nacionales. 
Además de analizar los circuitos de estos espectáculos, Acree define una cultura popular “en movimiento” (2021, p. 201) para referirse a las distintas derivas que los dramas criollos alcanzaron, sobre todo, a finales de la década de 1890. Principalmente, el autor demuestra que estas representaciones permearon los límites entre cultura alta/baja o culta/popular en repetidas oportunidades e impactaron sobre otras esferas más allá del entretenimiento. Para ejemplificarlo, refiere al estreno en 1897 de la ópera Pampa -basada en la versión teatral de Juan Moreira-, y a la gira europea en 1900 de una compañía de dramas criollos -posiblemente la de Agustín Fontanella-, como muestras de un desplazamiento desde el circo hasta espacios de cultura “refinada” como los teatros Colón y Solís, o giras transatlánticas. Un segundo registro de las derivas alcanzadas atiende publicidades y expresiones coloquiales del cambio de siglo para reconocer la influencia de modismos y caracteres de los dramas criollos en la cotidianeidad de los sectores populares. El tercer punto en que Acree identifica desplazamientos del género consiste en señalar estos espectáculos como la fuente de inspiración para las asociaciones tradicionalistas al reconstruir los lazos entre autores, actores, empresarios circenses y los fundadores de estas organizaciones. Al centrar su perspectiva en los dramas criollos, el autor no considera las investigaciones que han develado una trama más compleja para la trayectoria del movimiento tradicionalista, como los estudios de Matías Casas sobre agrupaciones tanto de Argentina como de Uruguay.
No sólo es interesante el análisis sobre los aspectos más exitosos de los dramas criollos, sino que cabe señalar también cómo se examina su declive ante la expansión del género chico a principios del siglo XX. Acree sostiene que el decrecimiento del fenómeno se debió a que ya no podía escenificar las nuevas tensiones sociales que atravesaba el público popular. La nueva composición de la audiencia, más decididamente citadina, y la representación de nuevos avatares experimentados por los sectores populares -el conventillo, el bajo fondo porteño, la atracción por el tango- implicaron el auge del teatro chico y la mengua de los espectáculos camperos, como ya demostraron Silvia Pellarolo y Carolina González Velasco. Aquí el aporte de Acree es sostener que, a partir de esa caída, el drama criollo pasó a significar un “legado” (2021, p. 237). El autor reconoce varios de sus rasgos en la expansión de las sociedades criollas, la producción cinematográfica de los años veinte, los radioteatros en las décadas de 1930 y 1940, y los festivales de música folclórica en la segunda mitad del siglo XX. La pervivencia del carácter nostálgico respecto a la vida campera, la afirmación del gaucho como representante de un pasado heroico y la defensa de la tradición como identidad nacional, constituyen los elementos del drama criollo finisecular que, según Acree,  se cristalizaron  luego en la formación de la cultura popular moderna argentina y uruguaya.  
Fronteras en escena echa luz sobre el mundo social del entretenimiento enfocado sobre un espectáculo hasta ahora poco atendido. De manera pertinente, William Acree aborda cuestiones de circulación y sociabilidad en torno a productos culturales y ofrece una sugerente lectura de los dramas criollos y su recepción. Esta contribución enriquece los debates propuestos desde la historia cultural a la renovación de los estudios sobre el teatro de la región rioplatense, tales como la participación de las artes escénicas en la cultura popular y las relaciones entre las compañías y autores con el público.  



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RESEÑAS CORRESPONDIENTES AL NÚMERO 37 - ISSN 1851-9504
Todas las reseñas fueron sometidas a referato y edición

Fecha de publicación: jueves 21 de abril de 2022
Los artículos correspondientes a cada número están publicados en nuestra plataforma OJS

MARCELA AGUIRREZABALA “Mujer de Negocios” en la colonia. Trama de la presencia femenina en el espacio mercantil rioplatense, Editorial de la Universidad del Sur, Bahía Blanca, 2021, 404 pp. ISBN 978-987-655-278-3.

Romina Zamora
Instituto Superior de Estudios Sociales (ISES), Universidad Nacional de Tucumán (UNT) / Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Argentina
romina_zamora@hotmail.com 

En esta obra, que constituye su tesis doctoral y que ha recibido el reconocimiento de la Academia Nacional de la Historia en 2020, Marcela Aguirrezabala nos pone al frente de una información de enorme trascendencia: la importantísima participación mercantil de las mujeres en los negocios mercantiles del Río de la Plata, desde la erección del virreinato en 1776 y hasta la expulsión del último virrey, en 1810.
La autora maneja un impresionante corpus documental, compuesto por decenas de mujeres, a cargo de bienes muebles, inmuebles y de un giro comercial de cientos de miles de pesos. Tal vez, una de las cosas que más llama la atención, es que esa información siempre estuvo allí, en los mismos repositorios documentales por los que pasaron todos los historiadores que se dedicaron a estudiar a los comerciantes rioplatenses y nadie la vio. Ella llama la atención sobre otro sesgo de la documentación, que es el hecho de que las mujeres son difíciles de localizar en documentos elaborados por varones, en función de determinados valores y creencias. Se podría agregar que esos documentos también han sido leídos por mucho tiempo en clave masculina.
Se trata de una cuestión elemental acerca del abordaje de archivos, ya que las fuentes no hablan por sí solas, sino que responden (o no) a las preguntas que se les plantea. Aguirrezabala hizo su acercamiento preguntándose sobre la participación de las mujeres en la actividad comercial desde la perspectiva de género. No se conforma con la compulsa de archivos de la margen occidental del Río de la Plata, sino que consulta también los de la margen oriental, consecuentemente con la hipótesis de que Buenos Aires y Montevideo se hallaban inextricablemente relacionados durante la época de dominación hispánica. Los repositorios de ambos territorios son complementados con la información procedente de archivos españoles como los resguardados en Sevillla y en Simancas.
Con todo ello, la autora pudo reconstruir la trayectoria vital de por lo menos cincuenta mujeres que participaron activamente en las actividades productivas y anticipadamente financieras, realizando un exhaustivo estudio cuantitativo, en el que no deja escapar ni un penique, ni un plumero, ni una transacción que haya quedado registrada, ni tampoco aquellas sobre las que no hay registro pero que sí desencadenaron otro tipo de acciones, ya de tipo judicial, ya bajo la forma de acuerdos de partes. Porque al estudio cuantitativo, la autora lo carga de sentido con el estudio cualitativo del armado doméstico, de la construcción y utilización de redes interpersonales, del contexto local socio-productivo y el contexto global de las legislaciones con injerencia efectiva en la vida económica, como el reglamento de libre comercio, o el efecto causado por las guerras. Realiza un completo contexto histórico, que no se encuentra separado de las prácticas comerciales sino perfectamente articulado, dando sentido a un campo especialmente sensible a los cambios en las relaciones globales tanto como locales, como puede ser el comercio ultramarino.
Historiográficamente, la autora sigue la línea de estudios de género abierta por Joan Scott, considerando al género como un producto cultural en relación específicamente con su contexto, continuado por la tradición catalana de Àngels Sòla Parera y Paloma Fernández Pérez. Utiliza la información, continúa las búsquedas y hace evidente las hipótesis de las las historiadoras conocidas por estudiar historia de las mujeres en Latinoamérica o que por lo menos fueron las primeras en visibilizar la participación femenina en diversas actividades durante el antiguo régimen hispanoamericano y más específicamente en el ámbito del virreinato, como Silvia Arrom, Asunción Lavrin, Pilar Gonzalbo, Susan Socolow, Carmen Ramos Escandón, Cristina Mazzeo, Christiana Borchart de Moreno, Sara Mata, Roxana Boixadós, Gabriela Gresores, Alicia Gellert, Griselda Tarragó, Silvia Mallo, y la misma Dora Barrancos, quien estuvo a cargo del prólogo de este libro.
Paradójicamente, aun preguntándose sobre las mujeres y el género en las actividades mercantiles, lo que encontró Aguirrezabala no fue que prevaleciera una lógica de género, sino que, en el ámbito mercantil, lo que se imponía era una lógica mercantil, con participación de hombres y mujeres. La autora propone como hipótesis que, considerando el trabajo como la expresión del comportamiento social y cultural de una comunidad mercantil, adquiere significación el estudio de la participación femenina de los sectores más altos de la sociedad en el comercio mayorista, en las operaciones financieras y los negocios navieros rioplatenses (p. 33). Las mujeres podían participar más o menos en el ámbito de producción de la riqueza, llamémosle público, determinadas más por las condiciones y las necesidades del contexto tanto como de sus propias necesidades familiares, antes que alejadas de éste por una tipificación de comportamientos subordinados y sin pleno dominio de sus capacidades. De hecho, la situación de participación realmente activa de mujeres con la que la autora se encuentra, vuelve a llamar la atención sobre una situación acerca de la cual ya advirtieron Gonzalbo y Barrancos: la realidad cotidiana de las mujeres y las posibilidades de negociación con la legalidad durante el antiguo régimen eran menos opresivas de lo que se volverían en el siglo XIX.
La pregunta de género no solamente pone en evidencia la participación, real y concreta, de las mujeres en las actividades de producción, de circulación y ellas mismas como trabajadoras, es decir, como sujetos económicamente activas, sino que nos posiciona frente a una historia económica de los siglos modernos de nuevo tipo, en la que la producción de la riqueza se hallaba relacionada a la casa. Era una actividad propiamente oeconomica.
Aguirrezabala echa luz sobre el aspecto más peliagudo de la oeconomia, que consiste, precisamente, en esa relación entre la autoridad doméstica del padre de familia y la producción de riqueza. La autora comprueba que la lógica mercantil rioplatense a fines del siglo XVIII estaba montada sobre las casas más que sobre los individuos. Es por eso que, ante la ausencia del marido, una mujer podía hacerse cargo de los negocios familiares, tomar decisiones sobre el patrimonio, realizar contratos y préstamos de dinero a interés, ser propietarias de embarcaciones de diversos calados y ocuparse de la organización de los productos de exportación o de importación, incluidos los esclavos en estas transacciones. Estas casas eran capaces de utilizar a su favor las particularidades de la figura jurídica incapacitante que pesaba sobre el estatus de mujer para no pagar deudas o para deslindarse de responsabilidades. Inversamente, también dejaban claro que una mujer con licencia del cónyuge o de la autoridad competente, gozaba de plenas capacidades para la actividad mercantil, financiera y para ser propietaria con independencia de los bienes del marido.
Un caso diferente era el de las viudas, ya que ellas, como madres de familia, quedaban a cargo del sustento y la reproducción del grupo familiar y de sus bienes patrimoniales. Podían entrar en disputa con los miembros masculinos que las consideraban en condición inferior, como un yerno, para resguardar su espacio de autoridad dentro de la casa tanto como al frente de los negocios.
Es de resaltar que las mujeres de negocios, sobre las que la autora pudo hallar información de su estado civil, eran mujeres casadas o viudas, pero en ningún caso solteras. Eso refuerza la relación entre negocios y espacio doméstico, obliterando la separación entre público y privado y, sobre todo, demostrando que no había individuos económicos antes de la invención del individuo como sujeto de derecho, sino que se trataba de casas y familias, de redes familiares en sentido lato, las que estaban al frente de las actividades mercantiles. La antigua forma oeconomica de concebir la autoridad del padre frente a la casa tanto como las relaciones patrimoniales, se trataba originalmente de las relaciones de autoridad y de producción que se daban dentro de la casa, relacionada especialmente con la actividad agrícola. La necesidad de reducir los frutos de la tierra a dinero se fue extendiendo, sobre la actividad mercantil, esa forma de entender la generación de riquezas como algo ligado a la casa y no al capital en sí mismo. De esta manera, la mirada sobre las mujeres se vuelve una mirada sobre relaciones de poder que es necesario poner en su contexto histórico. Es necesario desnaturalizar la idea de que el capitalismo ha existido siempre, como la idea de que el Estado ha existido siempre, para ver emerger actividades productivas y formas de autoridad, en las que las mujeres y los hombres se relacionaban de otra manera, ya que tanto las actividades productivas como la autoridad de la casa eran tareas compartidas. La actividad mercantil involucraba a todos los miembros de la casa, pero los negocios se ponían en función de la familia y no al revés.
Este libro es una historia de las mujeres, sí, pero también una historia económica de nuevo tipo, una historia de las relaciones sociales, una historia de negociaciones jurídicas y una lección de cómo se deben interrogar las fuentes para construir teorías y no al revés. 


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RESEÑAS CORRESPONDIENTES AL NÚMERO 36 - ISSN 1851-9504
Todas las reseñas fueron sometidas a referato y edición

Fecha de publicación: jueves 2 de diciembre de 2021
Los artículos correspondientes a este número están publicados en nuestra plataforma OJS

DANIEL CHAO ¿Qué hacer con los héroes? Los veteranos de Malvinas como problema de Estado, Sb Editorial, Buenos Aires, 2020, 292 pp. ISBN 978-987-8384-55-9.

Nicolás Alejandro Medina
Universidad Nacional de Rosario (UNR), Argentina / Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Argentina
nicolasmedina1985@gmail.com

¿Qué hacer con los héroes?..., es un libro que tiene su origen en la tesis con la cual Daniel Chao obtuvo su doctorado en Ciencias Sociales por la Universidad Nacional de Entre Ríos. El autor propone acercarse al problema de los veteranos de la Guerra de Malvinas desde una perspectiva inexplorada hasta el momento, la de las políticas públicas impulsadas desde el Estado nacional. Los estudios que abordaron la cuestión de los veteranos del único conflicto armado convencional de la Argentina en el pasado siglo lo hicieron desde la perspectiva de los mismos excombatientes, sus organizaciones y posicionamientos. En ¿Qué hacer con los héroes?..., por el contrario, se analizan las diversas formas en que los gobernantes y legisladores nacionales entendieron el problema de los veteranos de guerra desde el inmediato momento en que era anunciada la derrota de las fuerzas argentinas hasta mediados del gobierno de Mauricio Macri. El objetivo de Chao no es verificar la aplicación de las políticas públicas hacia los veteranos –los resultados–, sino las diversas maneras en que fueron objeto del pensamiento político argentino, entendido éste como las ideas que apuntan a motorizar las acciones de gobierno. 

Desde un registro de análisis político, la ambiciosa propuesta de Chao pone en diálogo una profusa bibliografía sobre la guerra y la posguerra de Malvinas (Guber, Escudero, Palermo, Lorenz son sólo los más conocidos) y sobre estudios de posguerra en otras latitudes (Skocpol, Diehl, Gerber). Las nociones foucaultianas de “problematización” política y “texto práctico”, así como la de “acción de Estado” de Bourdieu son el utillaje teórico desde el cual analiza un nutrido corpus de fuentes que incluye no sólo las leyes y decretos finalmente sancionados sino también los proyectos que no prosperaron, así como discursos públicos, documentos militares, reglamentos, resoluciones, instrucciones, disposiciones y cuestionarios presentados por las dirigencias civiles y militares durante tres décadas y media. La novedad del objeto de estudio construido por Chao le permite también arribar a una tesis original. Sostiene que hay una considerable continuidad en las políticas públicas llevadas a cabo por el gobierno militar y los diversos gobiernos democráticos, poniendo en cuestión la tradicional lectura de una transición a la democracia por colapso del régimen militar para el caso argentino. 

El primer capítulo del libro se encarga de abordar la “acumulación originaria” –en términos organizativos y simbólicos– que los militares construyeron durante la movilización bélica y la desmovilización que siguió a la derrota. Los dos ejes de acción que caracterizaron el problema político según la construcción de los militares fueron las necesidades de reconocimiento y resocialización de los veteranos. Esos dos grandes núcleos problemáticos que coexisten en la figura del veterano –la gratificación al heroísmo y la asistencia al vulnerable– ordenan el análisis de las dos partes siguientes que componen el grueso de su estudio. En ambas la estrategia narrativa prioriza lo analítico por sobre lo cronológico: un grupo de variables organizan los apartados, en los cuales Chao va y viene fluidamente por los treinta y cinco años que componen el período estudiado. 

La segunda parte de ¿Qué hacer con los héroes?..., compuesta de tres capítulos, se titula “El problema del reconocimiento”. La delimitación acerca de a quiénes corresponde y a quiénes no la condición de veteranía es el problema del capítulo 2. A través de las diversas legislaciones aplicadas o proyectadas, Chao muestra que el origen –civil o militar–, la zona de actividad –los diversos Teatros de Operaciones– y la experiencia –combate o reserva– conformaron la tríada cualitativa básica desde la cual se trató de delimitar con nitidez la pertenencia o exclusión a la condición de veteranía, cuestión importante a la hora definir el acceso a reconocimientos materiales y simbólicos. Sobre esos reconocimientos simbólicos versa el capítulo 3, donde se sostiene que a los veteranos sobrevivientes se los caracterizó como héroes, servidores o víctimas, según el sujeto y el contexto de enunciación. Más homogéneas, en cambio, fueron las visiones sobre los muertos, aunque la importancia que se les atribuyó en los discursos y actos públicos también fue variable a lo largo del tiempo. El pensamiento político que tuvo como objeto a los caídos en combate es abordado también en el capítulo 4, aunque aquí el foco se posa en los cuerpos que quedaron en la zona de conflicto: la disputa en torno a si debían trasladarse al continente o no y la necesidad de identificación de los muertos fueron los dos grandes problemas que atravesaron la cuestión hasta el año 2017. Este capítulo se complementa con un análisis del problema de las vejaciones sufridas por conscriptos durante el conflicto, que cierra la segunda parte del libro. A diferencia de lo que ocurrió con la mayoría de las cuestiones relacionadas con los veteranos en el pensamiento de los gobernantes argentinos –en las cuales primó, como se dijo, la continuidad entre 1982 y 2017–, en este aspecto Chao encuentra un momento de ruptura a partir del año 2007, cuando las denuncias por vejaciones dejaron de dirigirse hacia los soldados ingleses –entendidas como crímenes de guerra– para comenzar a dirigirse hacia oficiales y suboficiales de las propias Fuerzas Armadas argentinas. Este viraje acompaña las políticas en materia de derechos humanos llevadas adelante por el Estado desde la asunción de Néstor Kirchner a la presidencia.

La tercera parte, compuesta de cuatro capítulos, aborda el otro gran problema construido por el pensamiento político argentino sobre los veteranos: la idea de que componen un grupo social necesitado de resocialización, contraponiendo al heroísmo con la vulnerabilidad y la marginación. Aunque con variaciones, quienes enunciaron propuestas “en nombre del Estado” entendieron que las necesidades que debían ser cubiertas por éste abarcaron los ámbitos de la salud, educación, vivienda, trabajo y previsión. 

El capítulo 5 aborda las políticas hacia los veteranos relacionadas con el mundo laboral. Las formas de paliar la desocupación de los veteranos con su incorporación a la administración pública o la capacitación en oficios, el reconocimiento a los servicios prestados mediante aumentos salariales específicos o la particular incorporación del sector al sistema previsional son las principales líneas de análisis recorridas por Chao en este pasaje, que se complementa con el capítulo siguiente, dedicado exclusivamente al acceso al sistema de salud de los veteranos que combatieron en calidad de conscriptos. Si bien la inmediata posguerra se caracterizó por la ausencia absoluta de políticas de salud hacia la totalidad del grupo (sólo quienes pudieran acreditar invalidez como secuela de la guerra fueron atendidos en un primer momento), Chao sostiene que con el correr de los años fue construyéndose con complejidad creciente el problema de la necesidad de un abordaje integral para la salud de los veteranos. La incorporación del sector a la cobertura de PAMI fue el punto bisagra, que se profundizó con la creación de una dependencia específica para los veteranos de guerra al interior de dicha obra social. Aun así, sostiene que hasta el presente no se ha logrado una cobertura médica para veteranos verdaderamente especializada que atienda íntegramente su salud en los aspectos físicos y psíquicos. 

El séptimo capítulo, por su parte, se ocupa de otros tres problemas. Por un lado, educación y vivienda fueron consideradas necesidades elementales sobre las cuales el Estado no podía dejar desamparados a los veteranos. Las políticas educativas específicas fueron abordadas en términos de prioridad de admisión y acceso a becas de estudio para excombatientes o para sus hijos, en el caso de los muertos en combate. En el ámbito de la vivienda, desde la inmediata posguerra se incluyó a los veteranos como beneficiaros específicos de programas habitacionales, sea mediante créditos del Banco Hipotecario Nacional o del Fondo Nacional de Vivienda. El apartado que cierra el capítulo se ocupa del que es, probablemente, el problema más netamente político de la relación entre Estado y veteranía, el del reconocimiento por parte de aquél de organizaciones representativas de éstos. Chao no se ocupa aquí de la variedad de organizaciones de exsoldados surgidas inmediatamente tras la guerra sino de la relación de entre el Estado y las diversas organizaciones que intentaron ejercer una única representación nacional de los veteranos. De las variables de análisis trabajadas en ¿Qué hacer con los héroes?..., ésta es la que más transformaciones presentó al ritmo de los cambios de gobierno, tanto en la conformación de organismos como en sus funciones.

El capítulo 8 cierra con el análisis de una variable en la cual se refleja con claridad la tensión entre reconocimiento y vulnerabilidad que rodeó a la figura del veterano en el pensamiento político argentino: las pensiones. Partiendo de lógicas más asistenciales como las pensiones no contributivas, las tecnologías previsionales desplegadas entre 1982 y 2017 decantaron en el reconocimiento como héroes como justificación de las pensiones vitalicias para veteranos, enmarcándolas primero en el rótulo de pensiones graciables para arribar finalmente a la categorización más específica de pensiones de guerra. 

El libro cierra con una Conclusión que repasa muy brevemente las principales líneas de análisis en términos conceptuales más que fácticos, breve recuento que se hace necesario ante la enorme masa documental abordada por Chao. Su libro deja abierta la puerta a trabajar sobre la veteranía como problema Estado en otros niveles de éste –provinciales, municipales– así como en otros actores no gubernamentales que forman parte del aparato estatal, como los docentes, científicos, diplomáticos, militares y un largo etcétera.


Rosario, 21 de octubre de 2021.



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RESEÑAS CORRESPONDIENTES AL NÚMERO 33 - ISSN 1851-9504
Todas las reseñas fueron sometidas a referato y edición

Fecha de publicación: viernes 21 de agosto de 2020
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PASINO, Alejandra y HERRERO, Fabián (coordinadores), Prensa y política en Iberoamérica (Siglo XIX), Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 2019, 320 p.

Evelyn Heinze 

Universidad Autónoma de Entre Ríos.

Esta obra colectiva coordinada por la Lic. Alejandra Pasino y el Dr. Fabián Herrero, se inscribe dentro de la renovación de la historia política con una línea de trabajo centrada en la relación entre prensa y política en la primera mitad del siglo XIX en el área Iberoamericana. Los autores abordan la problemática desde diversas ópticas como la producción, circulación y recepción de escritos políticos, las diversas reglamentaciones sobre libertad de prensa, su vinculación con la construcción de espacios públicos y redes de sociabilidad, el concepto de opinión pública, el rol de los editores, publicistas y lectores. Es posible reconocer uno de sus aportes en la ampliación geográfica de estas problemáticas, pues el libro reúne ocho trabajos que las abordan en diferentes espacios: el área rioplatense -Buenos Aires y la Banda Oriental-, el interior -Tucumán-, Paraguay, Brasil y la recepción de noticias sobre los procesos revolucionarios en la prensa inglesa. Luego de una interesante introducción escrita por los coordinadores, el libro inicia con un trabajo de Facundo Lafit que analiza la Gaceta de Montevideo, sus debates y polémicas con la Gaceta de Buenos Aires en el marco del conflicto bélico y político entre ambas ciudades entre 1810 y 1814. A lo largo del capítulo, se examinan las manifestaciones del fraile franciscano Cirilo de Alameda y Brea, uno de los principales redactores del periódico oriental, dejando en evidencia su postura fidelista, conservadora y reaccionaria. El autor señala dos hipótesis de trabajo: en primera instancia, considera que si bien existiría una misma cultura política en el espacio americano y español, en el primer territorio habría predominado un ideario de carácter más tradicional que en la península. La segunda, basada en los argumentos que pueden leerse en la Gaceta de Montevideo, destaca los fundamentos políticos utilizados por Cirilo Alameda para interpretar la crisis monárquica, pero también el esquema argumental que ofrece algún tipo de salida conservadora al proceso.

El segundo capítulo está a cargo de Fabián Herrero, quien examina en 1822 el juicio al fraile Francisco Castañeda. El franciscano es acusado de calumniar a las autoridades de la provincia de Buenos Aires. El juicio impulsa la necesidad de una nueva trama legal. Por este motivo, Herrero analiza la ley de imprenta de 1822 en contraposición del decreto de octubre de 1811. El autor considera como punto de inflexión la supresión del Cabildo de Buenos Aires en 1821, institución que ocupaba una instancia clave en la elección de los integrantes de la Junta Protectora para la libertad de imprenta. Del juicio podemos destacar que Castañeda admitió colaborar desde el ámbito de la prensa para que el Partido del Orden llegue al gobierno pero, a su vez, los acusa por injuriar a la Iglesia con sus pretendidas reformas.

El historiador uruguayo Wilson González Demuro bajo el título “Perspectivasrepublicanas. Un escritor oriental en el debate entre centralismo y federación, a través de dos publicaciones periódicas (Buenos Aires, 1825-1827)” estudia el concepto derepública, entendiéndolo como gobierno representativo contrario al despotismo. El autor centra su atención en la experiencia periodística de Antonio Díaz, un escritor público que milita en las filas del centralismo, participando desde el periodismo en algunos proyectos político-militares dirigidos a expulsar al ejército brasileño del territorio oriental. En este marco, inspecciona las publicaciones El Piloto El Correo Nacional, expresando a través del análisis del concepto de república, el fomento de las ideas centralizadoras y un duro cuestionamiento a las creencias descentralizadoras, rechazando puntualmente al sistema confederal por considerarlo portador del caos, la anarquía, la barbarie y la democracia.

En el cuarto artículo “A difusão do nacionalismo mazziniano na imprensa farroupilhae rio-platense através da atuação dos periodistas italianos.Cuneo e Rossetti (1838-1860)”el historiador brasileño Eduardo Scheidt centra su interés en dos exiliados italianos, Gian Battista Cuneo y Luigi Rossetti. Trata de probar cómo ambos tuvieron una tarea relevante en el debate sobre el tema de la nación, introduciendo para ello las ideas de igualdad de Mazzini. A su vez, muestra como impulsan la circulación de las mismas en Rio Grande do Sul y algunos territorios vecinos del Río de la Plata. Se subraya la importancia del intercambio y los vínculos con grupos de emigrados de la Buenos Aires rosista. La clave de indagación está en tratar de comprender la recepción de las ideas de Mazzini en los territorios locales.

Facundo Nanni aborda el estudio de la prensa tucumana en las décadas de 1820 y 1840 destacando su discontinuidad, los escasos lectores y medios de subsistencia, mínimas tiradas y un rasgo de debilidad: la vinculación demasiado estrecha con el gobierno provincial. Para Nanni los pocos periódicos que se emitieron en aquellos años, fueron capaces de impulsar la creación de nuevos espacios para la elite local pero, también, realizaron una tarea central en la legitimación de los gobiernos.

El uso de la noción de Tribunal de la Opinión es empleado para tratar de comprender la valoración que expresaban los lectores sobre los temas tratados. Estos sucesos se analizan en las páginas de los dos primeros periódicos provinciales, El Tucumano Imparcial(1820) y El Restaurador Tucumano (1821), en los que se advierte una férrea defensa al federalismo y el ataque al centralismo político. Ya en los años cuarenta, el historiador tucumano evidencia una experiencia diferente, pues La Estrella Federal del Norte (1841) comparte la retórica de la prensa rosista, mientras que en El Conservador (1847) aparecen nuevas temáticas como la crítica literaria y la valoración descriptiva de obras de teatro, pero no se reproduce la retórica de las producciones discursivas de Buenos Aires, por lo que fue duramente criticado y tuvo una corta duración.

El caso paraguayo es abordado por Herib Caballero Campos y Carlos Gómez Florentín a partir del estudio del periódico Semanario de Avisos y Conocimientos Útiles (1853-1868). Éste órgano de prensa oficial de extensa duración en la escena pública, se difundió en un contexto donde las autoridades intentaron buscar ciertas políticas que los llevara a un proceso de modernización. Los temas del semanario no siempre coincidieron con lo requerido, en cuanto en un comienzo se presenta un perfil cercano a lo económico y al progreso pero, se dio más relevancia a la reproducción de la documentación diplomática y otros documentos, principalmente sobre las relaciones exteriores. Los autores consideran que quizás tuvo un impacto en las costumbres y también en las líneas morales que se desprendían del material literario.

El séptimo capítulo del libro “La Crónica Política y Literaria de Buenos Aires (1827). Una aproximación a Mora y de Angelis en sus años rivadavianos”, está dedicado al estudio del trabajo que como publicitas realizaron los emigrados en el año 1827. Nicolás De Rosa analiza las publicaciones de los periódicos que ambos emprendieron: El Conciliador y la Crónica Política y Literaria de Buenos Aires, introduciéndose en el estudio de la relación entre los publicistas y el gobierno de Rivadavia, los temas tratados en sus páginas poniendo especial atención en dos ejes: las reflexiones sobre economía política y la presencia de comentarios sobre los trabajos de Jeremy Bentham. El autor evidencia la particular relación construida entre los publicistas contratados por el gobierno y su accionar discursivo, señalando el grado de autonomía que en muchos casos pusieron en práctica.

El volumen concluye con el trabajo de Alejandra Pasino quien analiza la imagen de la revolución iniciada en mayo de 1810 en el Río de la Plata, en las páginas de El Españolde Joseph Blanco White, editado en Londres entre 1810 y 1814. La construcción de dicha imagen se lleva adelante a partir de la información que el publicista obtenía por diversas vías: relaciones personales con los rioplatenses presentes en Londres -Matías Irigoyen, Manuel Moreno, Tomas Guido, Manuel de Sarratea-, ejemplares de La Gaceta de Buenos Aires, correspondencia con Bernardino Rivadavia y la información que le acercaba alForeing Office. El objetivo del trabajo es dar cuenta de la recepción que esas noticias tuvieron en las páginas de El Español, las cuales se seleccionaron y comentaron en función de los intereses políticos de Blanco White: la necesidad de moderación de los americanos para conservar la integridad de la monarquía española.

Los casos estudiados, de menor o mayor visibilidad pública, quizás totalmente desconocidos fuera de un círculo reducido, descubren facetas inexploradas de los periódicos, sus publicistas, editores y lectores, sus espacios de circulación y recepción en el área Iberoamericana durante los procesos revolucionarios iniciados en el contexto de la crisis monárquica de 1808. El esquema de este libro nos permite ampliar la conciencia histórica sobre la relación entre prensa y política a principios de siglo XIX.




RESEÑAS CORRESPONDIENTES AL NÚMERO 32 - ISSN 1851-9504
Todas las reseñas fueron sometidas a referato y edición

Fecha de publicación: miércoles 18 de diciembre de 2019
Los artículos correspondientes a este número serán publicados en la plataforma OJS en cuanto el equipo editorial complete los procesos de marcado y maquetación obligatorios. 



BOUCHERON, Patrick Conjurar el miedo. Ensayo sobre la fuerza política de las imágenes. Siena, 1338, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2018, 289 pp. Traducción de Horacio Pons. ISBN 978-987-719-135-6.

Federico J. Asiss-González
Universidad Nacional de San Juan (UNSJ); Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET); Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP); Argentina

Cinco años han pasado ya entre la aparición en Francia de un libro bajo el nombre Conjurer la peur. Sienne, 1338. Essai sur la force politique des images(Seuil, 2013) y este que se propone como su traducción en lengua castellana. Entre ellos se extiende un amplio campo de reseñas de toda índole. La densidad del tiempo y las lecturas no nos pueden ser ajenas porque en alguna forma están condicionando la que hoy acometemos. La crítica ha colocado a este libro, que hoy finalmente llega al público hispanoparlante, en una encrucijada de campos. Algunos rescatan como su rasgo definitorio el ser una nueva interpretación de un “fresco” medieval de Ambrogio Lorenzetti, pintado en la Sala de la Paz en el Palacio Público de Siena en el siglo XIV, mientras que otros ven en él una muestra del retorno de la historia política o de la renovación de la historiografía francesa o, sinecdóticamente, europea.
Por nuestra parte, sin la ambición del taxonomista, en estas páginas diremos que la obra trata sobre el poder, de las formas en que este ocupa los lugares, construye espacios y condiciona nuestra mirada. En efecto, como Patrick Boucheron lo entiende, el poder es “…la capacidad de hacernos alzar la vista hacia lo que nos mira” (p. 232) y si el libro se encuentra atravesado de miradas especulares entre el autor y la obra de Lorenzetti también lo está, en consecuencia, por el poder. Las miradas van y vienen, no son en una sola dirección porque para Boucheron la pintura no es una superficie pasiva que se muestra sino que, en consonancia con George Didi-Huberman, ella también nos mira, nos interpela con los fantasmas de su densidad temporal, en tanto que al posicionarnos frente a la imagen no lo hacemos ante el pasado, “…devorado para siempre, sino delante del tiempo, que vuela directamente ante nosotros” (p. 39).
Esta densidad temporal es la que el autor busca perforar para comprender sin distorsiones la lógica de la obra, evadiendo a los fantasmas delNachlebenwarburgiano, lo cual nunca es del todo posible ni deseable ya que “la obra pintada que escudriñamos en nuestros días no es otra cosa que un vestigio del pasado, es decir, un objeto que el tiempo, al transmitirlo, ha desgastado, transformado y reinventado” (pp. 105-106). Así, todo el trabajo que emprende, busca desmontar la lectura que las interpretaciones de los últimos siete siglos han propuesto (interpuesto), sosteniendo con fuentes documentales sus cuestionamientos, para luego enunciar la suya propia. 
Pero, no olvidemos que es un libro sobre el poder. La lectura de Boucheron no sólo recupera una experiencia estética sino que también nos acerca a la urgencia política que movilizó a pintarla. En efecto, para el autor no es la representación aristotélico tomista del buen y del mal gobierno la que se presenta a diestra y siniestra de unas antropomórficas alegorías de la Justicia, la Paz y el Buen Gobierno, en el muro central. Son los efectos concretos del insignorimento, que aquejaba a las ciudades italianas por aquellos años, los que fueron pintados por Lorenzetti con intención realista. Según el autor, este pintor fue realista pero no en un sentido pictórico sino en uno político porque parte de los efectos concretos del poder lo cual lleva a su vez a definir a un gobierno “…menos por los principios virtuosos que lo inspiran que por las consecuencias felices que suscita” (p. 115). Esto permite a Boucheron afirmar que el foco de nuestra atención no debe ser el buen gobierno del muro este, como en los estudios clásicos, sino el malo del oeste porque no fueron ideales los que se pretendieron reflejar y si los peligros urgentes, los miedos que aquejaban a la república y de los que se debían cuidar quienes tomaran decisiones en esa sala de gobierno. 
Sin ánimo de extendernos mucho más en esta reseña, consideramos importante concluirla señalando un último aspecto de relevancia en este libro, su propuesta teórica sobre la disciplina histórica. Este investigador nos presenta una síntesis de largos años de reflexión, como él mismo lo reconoce -“Hace más de diez años que siento que la pintura sienesa me mira y que acoso a muchos de mis amigos, colegas e interlocutores con los interrogantes que ella me inspira” (p. 13)-, y en ella se encuentran temas e inquietudes que luego ha desarrollado en trabajos posteriores como en la conferencia inaugural de su cátedra en el College de Franceleída en el año 2015, titulada Ce que peut l’histoire(Fayard, 2016).1Allí, Boucheron retoma consideraciones sobre el rol del anacronismo y las discontinuidades en la historia, junto con la posibilidad de pensar futuros obturados y el peligro de buscar orígenes (ursprung) y no procedencias (herkunft), nietzscheanamente hablando. Así, este historiador recoge e incardina en su discurso pensamientos provenientes de Nietzsche, Foucault, Bourdieu, Benjamin, Warburg y Didi-Huberman para proponernos una historia discontinua y marcada por la mezcla de tiempos, por el anacronismo fundacional del acto de conocer en la Historia en tanto que el presente se compone de una acumulación de tiempos que Boucheron capta en las paredes del Palacio Público sienés. Sin embargo, no es un reconocimiento que deba leerse como negativo, sino todo lo contrario. Obviamente aquí el autor no está pensando burdamente en un anacronismo entendido como la introducción de ideas u objetos extemporáneos al pasado estudiado, sino de uno constitutivo del problema que lleva a investigar ya que en él anida el presente y “únicamente por su intermedio nos es accesible el pasado medieval” (p. 39) porque inevitablemente como historiadores caminamos a contrapelo del tiempo. El presente, afirma, “le da sentido, lo inventa y lo hace vivir” (p. 39) al pasado. El pasado es una creación del presente, un prisma que nos ayuda a descomponer los problemas de nuestra sociedad actual porque, no debemos olvidar, que la historia es un discurso contemporáneo, que nos habla e interpela como sociedad.
Por su parte, este libro también propone líneas de reflexión en el campo de la nueva historia política de sumo interés como es el caso de las emociones. De entre ellas, el miedo es la emoción que el autor más trabaja porque considera que ella moviliza todo un proyecto político, no para anularlo, sino para reorientarlo y conjurarlo. Así, el miedo político, tema retomado en coautoría con Corey Robin en L’exercise de la peur: usages politiques d’une émotion (Presses universitaires de Lyon, 2015),2no es un mero terror sino que es también una reverencia a la maravilla del poder, es un sentimiento ambivalente que refleja un temor reverencial. Ese sentimiento está plasmado con claridad en la obra de Lorenzetti trabajada por Boucheron ya que mantiene el estado de alerta al ponerlo en primera plana de la pintura. El Tirano pintado en el muro oeste condensa el miedo y advierte sobre las consecuencias de dejar que las divisiones internas minen la república sienesa y permitan el advenimiento de un señor que los someta a su yugo. Es una emoción actuando en los discursos y las prácticas de los sieneses a través de un código simbólico, lo cual lleva a este investigador a considerar que el fresco de la Sala de la Paz, junto con todo el proyecto de embellecimiento de Siena encargado por el gobierno de los Nueve, no fue un simulacro del poder, sino “en sí mismo, el poderío político en acto” (p. 47).
En suma, el libro no sólo brinda nuevas interpretaciones para quien se aproxime al trabajo de Ambrogio Lorenzetti, sino que es una importante lectura para todo aquel que ejerza el oficio de historiador, en tanto sus reflexiones son una buena síntesis de las inquietudes que atraviesan el campo teórico de la historiografía actual.


1Ver Boucheron, Patrick (2016). “Lo que puede la historia”, Prisma, año 20, núm. 20, pp. 111-130.
2Ver Boucheron Patrick; Robin, Corey (2016). El miedo. Historia y usos políticos de una emoción, Buenos Aires: Capital Intelectual.



LENGUITA, Paula (ed.) et al 68 obrero en Argentina y Brasil: 50 años después, CEIL, Buenos Aires, 2018, 148 pp. ISBN 978-987-46124-6-5.

Joaquín Aldao
Centro de Estudios Sociales y Políticos (CESP), Universidad Nacional de Mar del Plata; Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas; Argentina

El año 1968 no fue un año más del siglo XX. El asesinato del “Che” en Bolivia el año anterior, y el de Martin Luther King en abril, enrarece el clima en la región. En medio de un recrudecimiento de la guerra fría y la carrera armamentista se producen las brutales matanzas en Mi Lai durante la guerra de Vietnam en marzo y la de los estudiantes mexicanos en Tatlelolco en octubre. En agosto la creciente influencia del Concilio Vaticano II cristalizará en el documento de Medellín, legitimando nuevos sentidos y prácticas de la fe católica, apostólica y romana, mayoritaria en la región. La estridencia del “mayo francés” resuena en todo el mundo al compás de la novedosa (e inconclusa) articulación de demandas de estudiantes, profesionales, mujeres y obreros. Todos estos elementos contextualizan el tema general de este libro: los procesos de transformación de los repertorios de acción obrera latinoamericanos y los sentidos que se elaboran con ellas. 
El libro no es sólo una compilación de artículos que comparten el análisis de discursos y prácticas del sindicalismo en Argentina y Brasil en el año 1968. Desde la introducción se hace evidente el esfuerzo de edición enriquecido con el intercambio y debate entre los autores. Como resultado el libro propone en su lectura transitar un juego de distancias geográficas y analíticas -entre contextualización y estudios de caso- para dar carnadura a un análisis regional comparado que, sin pretensiones de ser exhaustivo ni concluyente, brinda una paleta de recursos conceptuales e hipótesis históricas que invitan a repensar en clave regional los procesos de subjetivación sindicales y las alternativas de acción que se delinean, ante la brutalidad de los regímenes militares en su fase autoritaria-represiva. Un aporte invaluable destaca la visibilización de las trayectorias y memorias de las mujeres como actores centrales en estos procesos de lucha y resignificación.
Una tesis atraviesa el libro: en 1968 es evidente que el carácter obrerista y la radicalización de las acciones de protesta en los dos países delinean un nuevo escenario. Sin embargo, al sumergirse en el “barro de la historia” político-militar de cada nación el devenir de estas nuevas corrientes corre con diferente suerte. Mientras en Brasil la brutal represión militar va a ahogarla por casi una década, en Argentina, y esta es una de las tesis ad hoc más importantes que defiende el libro, el proceso de radicalización y la creciente influencia de la CGT de los Argentinos en el proceso operan como antecedentes que permiten conectar el hito histórico del “Cordobazo” con prácticas, tradiciones y reconfiguraciones identitarias previas a las puebladas del año 1969 y que perdurarán más allá de él. En este sentido, sin abandonar el horizonte del “Cordobazo” como hitohistórico, varios artículos del libro nos invitan (a través del análisis de trayectorias, tradiciones, cursos de acción y procesos reflexivos de grupos concretos) a pensar una genealogía que relativiza el carácter espontáneo y fundante que en el imaginario social (y en parte de la historiografía) caracterizan a las puebladas de 1969.
El libro inicia con dos estudios que contextualizan la situación huelguística en ambos países: el primer artículo de José Ricardo Ramalho, se titula “Sinais de mudança no sindicalismo brasileiro: o significado das greves de 1968 em Contagem e Osasco” y marca un paralelismo entre la ola huelguística de ambos municipios en los cuales se desarrollan formas de acción colectiva y nuevas articulaciones organizativas como respuesta a la represión dictatorial. Poniendo de relieve la nueva composición de los movimientos, que incluye estudiantes y profesionales, presta especial atención a la influencia de los grupos católicos y comunistas para el desarrollo de la actividad clandestina en la fábrica. Estas huelgas “salvajes” permiten cuestionar la tesis espontaneísta sobre la expansión de la conflictividad fabril en el país al otorgar carnadura a los actores, procesos organizativos y sentidos de la acción.
El segundo artículo del libro, de Pablo Carrera, “Conflictos y lucha obrera en la fábrica Peugeot (1966-1969)” presenta una caracterización del contexto en que se desarrolla la huelga automotriz en tiempos de la dictadura autodenominada Revolución Argentina. Analizando similitudes con el caso brasileño encuentra elementos que determinan una profunda transformación de las modalidades de protesta fabril. La conclusión de que la huelga es el fiel reflejo de la acción de los movimientos huelguísticos del cordón industrial bonaerense es una afirmación que contradice a gran parte de la literatura especializada en el sindicalismo local de esos años y abre el juego a nuevas interpretaciones.
Para el caso argentino, dos trabajos ponen de relieve la influencia del ala combativa de la CGT en la acción política del movimiento sindical. El tercer artículo del libro, escrito por Mariana Sol Canda: “A cincuenta años del nacimiento del Semanario CGT (1968-1970)”
parte de una rememoración crítica del órgano de prensa de la CGT de los Argentinos durante el año 68´. La autora aborda la consolidación del 
cegetismocombativo en el campo sindical. El estudio describe los nuevos sentidos de la izquierda peronista y no peronista que se orientan hacia una mirada insurreccional y radicalizada de la acción obrera y política. El cuarto artículo es de Darío Dawyd, “De la CGT de los Argentinos a la huelga petrolera, El 68 obrero y la formación del Sindicalismo de Liberación”. El análisis del proceso concluye con que la huelga petrolera fue uno de los conflictos obreros más importantes de Argentina en 1968 -y de la década del sesenta- e impactó de lleno en la formación del Sindicalismo de Liberación en la Argentina.
Los últimos tres artículos analizan la vinculación de los frentes sindicales y las organizaciones armadas. El artículo de Marco Aurélio Santana, titulado “Sinais de incêndio sob a chuva rala: a greve de Contagem e o 68 operário no Brasil”, examina las ocupaciones fabriles de abril y octubre de 1968 en la siderúrgica Belgo Minera, poniendo en relación ambos movimientos con mecanismos represivos brutales que terminan paralizando la actividad en la fábrica por largo tiempo. En el mismo proceso represivo que se desató contra estas fábricas rebeldes brasileñas, se encuentra el sexto artículo del libro, escrito por Marta Gouveia de Oliveira Rovai y titulado “Resistir: memórias de homens e mulheres sobre agreve de Osasco, em 1968, e sua luta contra o regímen civil-militar”. La autora presenta las contribuciones de la memoria femenina para la reconstrucción del período logrando así atender al sigilo reinante por años en la barriada osaquense. Esas memorias traumáticas son recuperadas para comprender las estrategias de supervivencia en tiempos represivos. Señalando el papel de estas mujeres para politizar los espacios privados y sensibilizar los públicos.
Finalmente, el artículo de Paula Andrea Lenguita, “A medio siglo del levantamiento de las Fuerzas Armadas Peronistas en Taco Ralo” destaca esos rasgos de politización creciente de la vida obrera y juvenil para considerar el surgimiento de la guerrilla peronista en 1968, analizando las continuidades con el pasado de esa alternativa insurgente. Con el destacamento guerrillero atrapado en la localidad tucumana de Taco Ralo comienza a recorrerse un camino que se ensanchará en la pueblada cordobesa meses después, destacando el carácter obrero de las expresiones radicalizadas, fruto de las transformaciones que se producen en los repertorios de acción durante los años de resistencia peronista.
68 obrero en Argentina y Brasil: 50 años después es un libro que abre el juego e incomoda a los análisis lineales sobre conflictividad y subjetividad obrera en los 60´s. Engrosa la trama de la historia con nuevos sentidos, actores y testimonios. Como decía Foucault (1979: 12) en su famosa exégesis sobre el concepto de genealogía en Nietzsche:

Allí donde el alma pretende unificarse, allí donde el yo se inventa una identidad o una coherencia, el genealogista parte a la búsqueda del comienzo -de los comienzos innombrables que dejan esa sospecha de color, esta marca casi borrada que no sabría engañar a un ojo un poco histórico-; el análisis de la procedencia permite disociar al yo y hacer pulular, en los lugares y plazas de su síntesis vacía, mil sucesos perdidos hasta ahora”. 

El libro que aquí presentamos es el emergentede un trabajo de investigación colectivo que recorre nuevos pliegues para comprender las subjetividades obreras en la región, en tiempos de despiadadas represiones.

Bibliografía citada

Foucault, Michel (1979). Microfísica del Poder. Madrid: Editorial De la Piqueta.

MICHELETTI, María Gabriela Laica o Libre: Las disputas por la creación de las universidades privadas (1955-1958),Rosario, Logos,2018, 264 pp. ISBN 978-987-732-11-9.

Darío Casapiccola, Universidad de San Andrés (Udesa), Argentina

María Gabriela Micheletti, doctora en Historia por la Universidad del Salvador, es docente, investigadora adjunta del CONICET y miembro de número de la Junta Provincial de Estudios Históricos de Santa Fe. En Laica o Libre continúa el trabajo iniciado para su tesis de licenciatura presentada en la Universidad Católica Argentina de Rosario y publicado en EdicionesImago Mundi, 2013, como La universidad en la mira. La “Laica o Libre” y sus expresiones rosarinas, 1955-1959.
Al retomar el tema la autora se propuso trasladar el campo de su interés original -concentrado en Rosario- al conflicto nacional producido por las iniciativas para la erección de universidades por fuera del monopolio del estado entre 1955 y 1959, que culminó con el ordenamiento que ahora conocemos. Para concretarlo, apoyándose en un aparato crítico exhaustivo en citas y referencias, pasa de la disputa local al ámbito de las ideas imperantes entre los defensores de la exclusividad de las universidades nacionales, gobernadas por los sectores inspirados en la Reforma del 18, y los partidarios de la libertad de enseñanza, que se plasmó en el dilema: “Laica o Libre”.
El conflicto inicialmente se desarrolló alrededor de las sedes de las universidades existentes, como las de Buenos Aires, Litoral, Córdoba y La Plata, con el antecedente de la crónica oposición estudiantil en esos años al régimen peronista. Micheletti muestra cómo se incorporaron a la disputa los alumnos de los colegios secundarios, tanto puertas adentro, como en su faz pública. De esa manera “Laica o Libre” se implantó en la opinión pública, multiplicando el clima de tensión. Se reflejó en los medios de comunicación que informaban la toma de edificios educativos, la militancia juvenil, las marchas multitudinarias y los debates en las Cámaras. Los partidarios del monopolio estatal a partir de las definiciones y acciones de la Iglesia Católica, con un claro interés en el asunto, las calificaron como una intromisión confesional y bautizaron a su postura como “Laica” e incorporaron el componente religioso en la discusión.
Micheletti recurre a fuentes oficiales y privadas, abunda en referencias a la prensa de la época, al material impreso de las asociaciones estudiantiles y a entrevistas con los actores, que organiza cronológicamente, resumiendo las posiciones, analizando la evolución de los acontecimientos y los enfrentamientos que actualizaron la rivalidad crónica entre católicos y laicistas.
Hace una presentación gradual del asunto; en la Introducciónrecoge los elementos básicos de los argumentos sobre las posturas en conflicto, la doctrina social-cristiana, el laicismo escolar y el derecho a la educación en la Constitución Nacional. En Antecedentesreseña la historia de la educación universitaria argentina y los intentos de instalar universidades por fuera de la iniciativa del estado nacional que se agotan hacia 1920. En La Revolución Libertadora y el artículo 28 cubre el estado de la cuestión entre 1956 hasta 1958, período en cual un decreto-ley reconoce la autonomía de las universidades de gestión estatal y en su artículo 28, que la iniciativa privada puede crear universidades libres capacitadas para “expedir diplomas y títulos habilitantes”. Ese artículo fue suspendido en sus efectos por la reacción de los cuerpos directivos y grupos estudiantiles de las universidades existentes. Los protagonistas más notorios durante ese período fueron el rector de la Universidad Nacional de Buenos Aires, José Luis Romero y el ministro de Educación, Atilio Dell´Oro Maini y ambos terminaron renunciando a sus cargos. Queda claro que, por encima de la existencia o no de instituciones privadas de enseñanza superior, el núcleo de la cuestión era el monopolio de las universidades estatales para extender títulos habilitantes. Debido a la fuerte presencia de la Iglesia Católica las consideraciones políticas e ideológicas de la cuestión se difuminaron y se concentraron en el tema religioso.
Siguiendo con su cronología, Micheletti considera lo ocurrido entre junio de 1956 y agosto de 1958, un período de calma con la Convención Constituyente en 1957 y las elecciones de febrero de 1958, cuando gana Arturo Frondizi con una fracción de los radicales que incluye a notorios actores de la Reforma de 1918 que incorporan elementos de perplejidad a los hechos que sobrevendrán. También analiza el pronunciamiento del Presidente a favor de la postura Libre y la reglamentación del artículo 28, con los detalles del conflicto en la calle y en el Congreso Nacional. La autora destaca por su rareza el recorrido del proyecto de ley en las Cámaras del Congreso, que fue aprobada en Diputados, rechazada con observaciones por los Senadores, volvió a la cámara de Diputados, y terminó aprobada por los Senadores. Fue un caso de trabajoso tratamiento, que agotó todas las instancias previstas al efecto.
Como resultado de una prolija enumeración queda en claro, en la presentación de los antecedentes, el origen del conflicto: la ley 1.597, de 1885, según la cual las universidades públicas detentaban la exclusividad de otorgar los diplomas profesionales, habilitantes para ejercer la profesión. El inventario de las cuestiones tratadas incluye la situación de la Universidad luego de la caída de Perón, los avatares del Decreto 6403 y su artículo 28, la promulgación de la ley 14.557, sobre las universidades privadas, las convulsiones finales del conflicto desde noviembre de 1958 hasta febrero de 1959 y la reglamentación de la ley.
Para ayudar a la comprensión del lector -alejado del clima de época propio de los acontecimientos- habría ayudado alguna referencia a la situación en países donde predominaban enfoques familiares a las argumentaciones sobre la iniciativa privada y el papel de la Iglesia Católica. En 1958, en México, ya funcionaban el Instituto Tecnológico de Monterrey, el Colegio de México y la Universidad Iberoamericana; fundados, respectivamente, por empresarios, exiliados españoles y la Compañía de Jesús. 
El libro describe en detalle cuestiones que predisponen a pensar en costumbres arraigadas entre nosotros en la consideración de los debates públicos importantes. En el que se realizó en Diputados -que impresiona como la parte más densa del libro- su revisión permite entender las posiciones en el debate parlamentario, y en la toma de posiciones de los distintos diputados, con abundancia de argumentos principistas e ideológicos, en un planteo anacrónico y despreciativo de la experiencia vigente en países similares. En general el libro transmite la existencia de un talante nacional pendenciero que fractura a la opinión pública en mitades; fervor del estudiantado, clima de agitación en la UBA y en las universidades del interior del país, con alguna víctima fatal, y aun en ciudades que no tenían universidades. Aparte del presidente Frondizi -y sus propuestas de modernización- abundan los actores con intereses propios y otros que lo hacen desde posturas ocasionales o doctrinarias; las fracciones estudiantiles reformistas y humanistas, las universidades nacionales y sus claustros, los partidos políticos, la Iglesia Católica, que se beneficiaría con la apertura pero que dejó la iniciativa a los laicos. Queda pendiente el análisis de los estudiantes universitarios y secundarios que participaron en el conflicto y su posterior actividad política. Algunos casos se conocen de protagonistas en esta disputa, que con independencia de sus posturas en esos años, coincidieron en las formaciones armadas de los años 60 y 70. 
Las investigaciones históricas minuciosas pueden adquirir una imprevista actualidad. Afirmación válida para este título publicado por Logos en su colección Estudios, que se destaca por la objetividad en el relato, sin adjetivar los hechos y donde queda en claro el fenómeno del deslizamiento del foco de un conflicto. Es este caso, desde la potestad del otorgamiento de títulos habilitantes al campo de lo religioso. Micheletti ha optado por no hacer concesiones para alivianar el tono de la exposición, que necesita de un lector atento al desarrollo del texto. Su lectura resulta recomendable para conocer un conflicto que muestra un patrón repetido, con los debidos matices: de qué manera una cuestión acotada se traslada y provoca fracturas en la opinión pública, como en los cercanos casos del matrimonio igualitario y el debate pendiente sobre el aborto. El trabajo de la autora tiene la ventaja de referirse a un hecho que ya ha sido suficientemente descarnado por la perspectiva histórica, dejando la pasión a cargo de los protagonistas, por activa o por pasiva, sobrevivientes.



FINCHELSTEIN, Federico Del fascismo al populismo en la historia, Barcelona, Taurus, 2018, 348 pp. ISBN 978-843-062-200-9.

Pablo Pryluka
Princeton University, Estados Unidos

I. En las últimas dos décadas, la reemergencia de movimientos políticos nacionalistas con liderazgos fuertes volvió a situar los debates sobre el concepto de populismo en el centro de la escena. Como correlato, nuevos esfuerzos teóricos fueron destinados a formular un marco conceptual para pensar estos fenómenos políticos del siglo XXI. Si bien este nuevo interés proliferó en el campo de las ciencias sociales, los historiadores permanecieron mayormente al margen de esta tendencia. Más allá de los motivos de semejante retraimiento, el libro de Federico Finchelstein se inscribe deliberadamente en ese vacío.
Del fascismo al populismo en la historiafue traducido y publicado porTaurus en 2019. Se trata del séptimo libro de Finchelstein, especialista en historia del fascismo y profesor en la New School for Social Research. Como veremos, su trabajo pretende una ambiciosa síntesis acerca de las vinculaciones entre el fascismo y el populismo, a la vez que una propuesta propia en torno a la caracterización de ambos fenómenos. El libro se organiza en tres secciones principales, dos de ellas destinadas a lidiar con la definición de fascismo y populismo respectivamente, mientras la tercera analiza en detalle los vínculos entre ambos. En el presente trabajo, no obstante, optamos por no seguir la estructura de los capítulos de su obra, sino por sintetizar las características principales del análisis de Finchelstein para luego introducir algunos comentarios en clave crítica. 

II. El análisis realizado por Finchelstein parte de una premisa acertada: ambos términos, fascismo y populismo, han sido empleados a menudo de un modo simplificado en los análisis históricos. El primero, amparado en la evidencia histórica, condensa la idea del mal absoluto. Al hacerlo, sin embargo, se ha fosilizado como herramienta analítica y es empleado en ocasiones livianamente. El segundo, por otro lado, supone una marcada carga peyorativa, especialmente cuando es empleado en debates públicos. A partir de esta doble constatación, el autor aspira a mostrar las diferencias y similitudes entre el fascismo y el populismo, a la vez que demostrar su continuidad en términos lógicos e históricos. Se trata de lo que él mismo define como sus filiaciones “genéticas” e “históricas” (p. 259).
De este modo, el primero de los objetivos de Finchelstein se organiza en torno a un doble juego de similitudes y diferencias entre ambos fenómenos. Ante todo, se encarga de resaltar las especificidades de cada uno de ellos en tanto fenómenos históricos. El fascismo, iniciado tras el ascenso de Mussolini al poder, entró en crisis tras la Segunda Guerra Mundial. El populismo, por su parte, tuvo como primer representante al gobierno de Juan Domingo Perón en la Argentina. A diferencia del fascismo, sin embargo, no tuvo una fecha final, sino que encuentra expresiones en la actualidad, de diverso signo político. Más allá de estas coordenadas históricas, en opinión de Finchelstein, ambos fenómenos políticos comparten una serie de características. En primer lugar, el rol del líder, único capaz de interpretar apropiadamente la voluntad del pueblo. La sacralización de los rituales políticos que acompaña esta encarnación del líder expresando la voluntad general representa el segundo elemento en común entre fascismo y populismo. A su vez, el discurso que pretende representar la voluntad popular, lo hace a partir de un fuerte espíritu nacionalista. El líder, entonces, no expresa sólo la voluntad del pueblo en su conjunto, sino la unidad nacional como tal. En definitiva, señala Finchelstein, fascismo y populismo se entrelazan en la trayectoria más amplia de movimientos iliberales que cuestionan desde diferentes lógicas la legitimidad de la democracia constitucional moderna. 
No obstante, esta filiación “genética” no se traduce para el autor en un solapamiento total entre ambas experiencias políticas. El populismo, en otras palabras, no es una forma de fascismo, por diferentes razones. Ante todo, el populismo cuenta con un componente democrático que el fascismo no tiene. Mientras el primero, a pesar de tensionar mediante diversos comportamientos autoritarios el funcionamiento de las instituciones democráticas, promueve la realización de elecciones donde los opositores puedan expresarse, el segundo, aunque en ocasiones surgido de ellas, las suprime. En consonancia con esta primera divergencia, los regímenes populistas mantienen un vínculo distinto con quienes promulgan ideas políticas que no son las oficiales: incluso cuando desde lo discursivo amedrenten a sus opositores al colocarlos como enemigos de la unidad del pueblo, esta persecución no trasciende las fronteras de lo simbólico. En el caso del fascismo, por el contrario, la amenaza de cualquier posición opositora es combatida mediante la violencia física ejercida a través del aparato estatal. 
Ahora bien, más allá de esta ligazón “genética”, la conexión entre fascismo y populismo es también “histórica.” Para Finchelstein, la emergencia del populismo estuvo ligada a la derrota del fascismo luego del fin de la Segunda Guerra Mundial. Desacreditadas sus ideas con la victoria aliada, las críticas al liberalismo mutaron hacia una nueva expresión política: el populismo moderno. Incluso más, para Finchelstein esta mutación se trató de un “resultado accidental” del fascismo (p. 40). Su aparición como fenómeno acabado en la Argentina sería la expresión inicial un movimiento global que aparecería bajo distintos ropajes a partir de entonces.
Más allá de estos dos puntos centrales, el libro se destaca también por otras dos características. En primer lugar, por su pretensión de ofrecer una mirada global sobre el problema. Se trata, en efecto, de una pieza clave del argumento, tal como puede observarse la centralidad que los márgenes adquieren para Finchelstein al situar al peronismo en particular y a América Latina en general como el lugar de origen del populismo moderno. En segundo lugar, el autor ofrece algunas reseñas concisas y claras respecto a los principales autores que han lidiado con los temas que lo convocan. Estos breves estados del arte son sin duda útiles no sólo para situar su argumento en un marco más amplio, sino como síntesis práctica para el lector no especialista en el tema. 

III. Descritos los principales argumentos de Finchelstein, vale detenerse en algunos aspectos problemáticos de su trabajo. En primer lugar, el libro adolece de una cuestión metodológica que emerge cada vez que la filiación “histórica” es referida. Por momentos, el argumento parece descansar en una suerte de fuerza iliberal contraria a las democracias modernas que cuenta con una agencia propia. Vedada la posibilidad de materializarse en su expresión fascista tras la Segunda Guerra Mundial, emerge entonces en su forma populista como una respuesta a las condiciones de posibilidad de la época. No queda claro en ningún momento, sin embargo, la conexión lógica de ambos momentos de la secuencia.
En segundo lugar, más allá de la loable vocación histórica y global de Finchelstein, la elección de los casos mencionados en su trabajo parece seguir más una lógica ilustrativa que argumental. Esto se debe sobre todo a que los ejemplos se suceden sin una explicación clara de los motivos para su selección, más allá de que sirvan para ilustrar esta o aquella característica de lo que el autor entiende por fascismo o populismo. La consecuencia directa de semejante proceder es la aparición de comparaciones francamente sorpresivas, especialmente cuando son presentadas sin matices (p. 28).
Por último, y conectado con lo anterior, el autor hace un uso peculiar de su vasto repertorio histórico. No obstante, esto no impide que el uso recurrente de comparaciones históricas o conceptuales sea endeble. En el caso de las primeras, por el escaso tratamiento de los casos analizados: la definición del carácter autoritario del peronismo amerita al menos la pregunta por cómo definir aquello que lo precedió (la denominada “Década Infame”) y lo sucedió tras el golpe de Estado de 1955, por citar apenas un ejemplo. En cuanto a las segundas, quizás el caso más ejemplar sea el de las referencias constantes a una democracia liberal cuya definición brilla por su ausencia. Si parte del argumento para ligar fascismo y populismo descansa en su rechazo compartido a este tipo de democracias, sería relevante que el autor provea una caracterización más acabada del fenómeno. Por otro lado, por momento todos parecería ser populista para Finchelstein. La falta de mención a ejemplos concretos de democracias liberales hace que el populismo se presente como un catch allteórico un tanto débil.

IV. Señalamos al inicio que el trabajo de Finchelstein venía a saldar un vacío en la historiografía, un campo que no se había inmiscuido en los debates que rodean en la actualidad a la emergencia de nuevos fenómenos populistas. Se trata de una apuesta atractiva, pero cuyo resultado en este caso presenta dos debilidades. En primer lugar, la poco clara apelación al pasado debilita en parte el aporte que los historiadores pueden ofrecer al debate actual. Las comparaciones forzadas y las caracterizaciones exageradas o injustificadas agotan el recurso de buscar la polémica y generan en el lector lisa y llana sorpresa. En segundo lugar, el modo de argumentación empleado parece minar desde el inicio la tarea en la que se embarca Finchelstein. Al marcar lo que entiende como diferencias entre fascismo y populismo coloca en pie de igualdad elementos difícilmente comparables: el carácter democrático del populismo referido por el propio autor, aunque sea con tintes autoritarios, excluye cualquier lectura en solución de continuidad de ambos fenómenos políticos. Al mencionar este detalle, pero aun así reforzar las filiaciones genéticas, el libro deja entrever una preocupación subyacente, probablemente central para el autor, aunque nunca explicitada, que no es sino la de cuestionar al así llamado populismo.

1 comentario:

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